Tenemos mala memoria; no sé si, como ésta es selectiva, la inercia de borrar lo desagradable nos hace olvidar cosas que, en cualquier caso, mejor estarían en la memoria colectiva para evitar su repetición, hacer justicia (siquiera sea someramente) y, de paso, curar tanto despropósito y aliviar tanta injusticia que nos llega acarreada por la desidia, por la ineptidud, por la corrupción (no me cansaré de repetir esta palabra tan odiosa como prolífica), por la inacción, por la resignación mal entendida, por la política de consumación de hechos que parecen irreversibles.
Repasemos sucesos hasta hace poco muy presentes en todos los medios; me refiero a hechos punibles cometidos por políticos y gente de hampa de guante blanco. Podremos recordar algunos, haciendo un ejercicio de memoria esforzada, pero muchos habrá que el tiempo y la desidia ya habrá relegado al jardín de olvido para quedar allí, como florecilla silvestre, tan ricamente abandonada, guardada en su sacrosanto y discreto retiro, pues sabido es que la discrección es manta suave que tapa lo corrupto y hace desaparecer lo que no interesa sacudir al aire, no se vaya a saber demasiado con el destape indecente...
¿Qué pasó con aquel caso de corrupción, con aquel aristócrata, con aquellas infantas, con aquel banquero, con aquellos consejeros, con aquellos delegados, con aquellos presidentes, con aquellos viajes canarios, con aquellas promesas incumplidas, con aquellas palabras repetidas y borradas luego, con aquellas amenazas, con aquellas recalificaciones, con aquellas estafas, con aquellas preferentes, con aquellas privatizaciones, con aquellos chanchullos..?
Olvidamos rápido y no aprendemos nada de nada. Aquello que dijo Cicerón: "el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla" es una verdad tan obvia que ya la hemos deglutido para convertirla en perogrullada tópica. Por eso nos va como nos va y les va como les va.
Lete era para los griegos uno de los ríos del Hades, es decir, del inframundo; beber en las aguas de este río provocaba el olvido inmediato; algunos creían que había que beber en él para que las almas olvidasen su pasado y se renovasen antes de ser reencarnadas para emprender una vida totalmente nueva.
Hay veces que me parece que el inframundo está aquí, redeándonos, y estamos en medio de una laguna Estigia en la que convergen, entre otros, el Lete. Y nos saciamos de sus aguas para sumirnos en el olvido, tan cercano ya a su hermana amnesia, cuando no cercano a Hipnos (personificación del sueño), hermano a su vez de Tánatos (personificación de la muerte). Olvido, sueño y muerte.
Mientras, el inframundo (éste) crece y todo se llena de despojos pestilentes. Mierda.
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