Les pasa a muchos actores de series de televisión: de tanto repetir un personaje, se convierten en él o, al menos, son incapaces de salir de él, siendo ellos mismos caricatura del personaje que repiten y al que (por otra parte) deben la fama y el dinero. Todos conocemos a actores que están indisolublemente unidos a su personaje y aunque cambien de registro, seguimos viendo los mismos gestos, los mismos tics que repitieron hasta la saciedad en aquella serie televisiva. Da igual que traten de desprenderse de aquella máscara que les encumbró: les perseguirá para los restos y acabarán odiando a lo que, paradójicamente, deben la celebridad. Es una especie de castigo de los dioses.
Algo parecido pasa con los políticos. Parecido no: idéntico. De tanto repetir los tics, han llegado a construir un personaje que les puede y que oculta a la persona tras los gestos teatrales. ¿Cómo si no, comprender que el Presidente del Gobierno diga lo que dice, estando aparentemente convencido de lo que dice? Digo Presidente como podría decir ministro, secretario general, líder de la oposición o alcalde pedáneo.
Se supone que un político debe hacer y debe decir ciertas cosas: cosas obvias, políticamente correctas, bien sonantes; debe decir discursos que nada digan y parezcan decir mucho; debe ser maestro de las apariencias; debe hablar con seguridad, aunque lo que diga no se lo crea ni él mismo; no debe hacer concesiones a enemigos; debe ser inflexible con la corrupción (¡¡) y la falsedad (¡¡¡).
En fin, una retahíla de tics que entran con el pack completo, en oferta, que está disponible en nuestros almacenes a precio de risa. ¡Lléveselo, señora o caballero, que estamos regalando, oiga!
Mientras, sigamos escuchando a los actores repetir las mismas frases, sigamos viendo al personaje unido para siempre a la persona, siendo ya él (el personaje) para siempre, mostrándose como un Don Tancredo, impasible, inamovible; mostrándose como un cabezudo parlante de cartón piedra. Inseparables ya, el actor y la persona; no sabiendo dónde acaba el uno y empieza el otro.
Pero... ¿qué digo? Olvidaba que persona es un término latino que viene del griego prósopon, término que hace referencia a las máscaras que usaban los actores de teatro; también persona podría provenir de persono que significa hacer sonar la voz...
Si es que todo cuadra en el puzle universal...
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