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martes, 28 de julio de 2015

CONEJOS, PARDILLOS O AQUÍ NO SE SALVA NI DIOS

Otra vuelta de tuerca. No es una novela de Henry James, es el FMI que ataca de nuevo. Nuestros amigos europeos que tanto saben de economía recomiendan (es decir, exigen) que España siga bajando los salarios, amén de otras medidas que permiten seguir extendiendo una alfombra roja a las empresas y/o empresarios y para poder seguir en esta senda de éxitos en la que estamos instalados últimamente; aquí (todo el mundo lo sabe) estamos que nos salimos. Más de lo mismo. Más de lo mismo para los mismos, ¡ou yeah! ¿No querías chocolate? Pues toma tres tazas. 
No ha sido suficiente lo perdido hasta ahora por la masa de trabajadores y sufridores en general (llámense pardillos en adelante). No. Aún quieren más. Insaciables sería un calificativo que no los calificaría exactamente, pues "insaciable" no sacia la voracidad sin límites del capitalismo-no salvaje: del capitalismo-dios omnipotente, ubicuo, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra (o sea: del cielo y del infierno hacia el que nos dirigen desde sus yates de lujo).
... pero es que son tan listos, saben tanto de economía, que nos han traído de la manita hasta aquí, hasta este paraíso en el que habitamos y del que disfrutamos y que hay que mantener a base de continuos esfuerzos, renuncias, esclavitudes y trágalas varias.
No basta con lo que se ha hecho; no bastará con lo que haremos; no bastaría con lo que pudiéramos hacer. No. Siempre querrán más, como la canción. Insaciables por naturaleza, escualos asesinos, máquinas sin rostro ni corazón, se seguirán perpetuando endogámicamente en sus mansiones de oro como reyes Midas que todo lo convierten en oro con sus pezuñas sátrapas. Oro para ellos, por supuesto. Lo demás no importa.
Hay que mantener a los esclavos con lo mínimo para que sobrevivan y puedan seguir trabajando para la causa. Hay que enseñar de vez en cuando la zanahoria al pobre conejo asustado para que corra como un poseso en pos ¿de qué? Pobre pardillo, el conejo. ¡Cómo corre! ¡Mirad cómo corre desesperado buscando una madriguera, buscando un poco de zanahoria inalcanzable! No sospecha nada, el conejo, el pardillo. No sabe la cantidad de cazadores que hay al acecho, apostados tan ricamente a la espera de apretar el gatillo sólo por desidia, por aburrimiento. Porque matar les gusta, para eso son cazadores y la muerte es su objetivo, su razón de vivir. La muerte es su obra más conseguida, la única que justifica su vida.