domingo, 30 de noviembre de 2014

NAVIDAD, SACARINA, Y UN TREMENDO CHULETÓN

Escena (real) en un restaurante:
Cuatro personas comen tranquilamente, mientras comentan temas más o menos intrascendentes (en este país se habla mucho y fuerte y no se puede evitar escuchar lo que dicen los demás). Uno de los comensales se afana en luchar contra un chuletón de considerables dimensiones, convenientemente flanqueado (el chuletón) por una legión de patatas fritas y pimientos asados; el chuletón excede las dimensiones del plato y apenas puede mantener sus límites dentro de las frontera circular del recipiente. El devorador prosigue su lucha a duras penas, esgrimiendo un cuchillo que -deduzco- no debe cortar muy bien a juzgar por los chirridos que el acero (más bien gemidos) arranca del barro cocido. Como la vianda es profusa, el vino llena una y otra vez la copa que vacía su contenido gaznate abajo con generosa profusión. Acabada la carne, le sigue un tarugo de pudin regado de caramelo y las sucesivas copas de espumoso.
Bueno. Acabada la comida, el señor, ya coloradote, sopinchado, parlanchín y vivaracho, pide al camarero que, para el postrer café, le lleve una píldora de sacarina, no vaya a ser que el azúcar le engorde en demasía... Sin comentarios.
Así sucede muchas veces en esta nuestra España: se hace el delito, se roba, se miente o se delinque de cualquier forma; después, se toma la sacarina para mitigar la conciencia: es decir, se pide perdón, por ejemplo. Y a seguir tan ricamente, como sigue quien acude al confesionario después de cometer un crimen.
El perdón nunca puede sustituir a la Justicia, como la caridad nunca puede sustituir a la dignidad de las personas.
En estos días, gentes de buena voluntad recogen alimentos para mantener a otras más desfavorecidas, cuando no desahuciadas. Bien, pero la solución no consiste en tomarse sacarina después de hincharse a comer: la solución ES, repito, la DIGNIDAD de todos, la Justicia social. Ya está bien de sucedáneos que tratan de limpiar conciencias con píldoras auto recetadas.
Me temo que en los días que se avecinan tendremos mucho de sacarina, mucho de cenas ruidosas, mucho de cánticos melifluos y de bondad de anuncio televisivo con copón de nieve falsa. 
Pero hay que volver a casa por Navidad. Quien la tenga, claro.


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