Desde que los teléfonos son móviles, inteligentes (quizá sean los únicos) y tienen incorporada cámara fotográfica, se ha multiplicado a la enésima potencia la manía de dejar constancia de nuestra presencia en cualquier sitio por el que pasemos (metámonos todos).
Ya en las pirámides existen graffitis que son prueba escrita y testimonio y nos dicen que, efectivamente, tal señor pasó por allí hace mogollón de años y dejó su huella para demostrarlo, cual perro que dejara su meada cálida y acotadora. No basta con estar en un sitio: hay que dejar constancia de que estuvimos allí; es más, a veces es más importante esa prueba que la visita en sí, que nuestro paso por donde quiera que sea. Ahora se fotografía todo, absolutamente; antes, al menos, te lo pensabas un poco, habida cuenta del coste del carrete y posterior revelado. Ahora no; la gratuidad instantánea hace que se disparen millones de fotos por segundo. Se fotografía el museo, el paisaje, el perrito, el plato que nos vamos a comer, la puesta de sol... y para colmo, llegaron los selfies y ese adminículo estúpido llamado "palo de selfie" con el que el narcisismo se eleva a extremos realmente ridículos. Vemos a chicas/os y no tan chicas/os poner caras raras con tal de decir: "allí estuve yo, mira qué mono/a soy".
Sí, la imagen, la prueba, por muy digital y efímera que sea, es lo más importante. No se ven los sitios: se fotografían; no se viven los momentos: se mandan por WhatsApp.
Los políticos también (cómo no). Ellos ya lo llevan practicando mucho tiempo, nos llevan delantera, siempre han tenido al encargado de turno con la cámara en ristre apuntando al edil de turno o al ministro con o sin cartera (ahora todos tienen cartera, más o menos propia).
¿Que el concejal hinca el diente en una sartenada de sardinas? Ahí está la foto. ¿Que se corta una cinta inaugural cualquiera? Allí está la foto. ¿Que se exponen los peligros de conducir sin cinturón? Ahí está la imagen. ¿Que se declara abierta la piscina municipal? Foto al canto. ¿Que se reparten gachas, migas o salmorejo al pueblo? No apartes de mí ese cáliz. ¿Que hay que hablar de física cuántica o de la métrica de un poema? Se habla (por hablar...), pero primero la foto.
Si no hay foto no se existe, no hay prueba empírica de la existencia, del acto, del discurso, del postureo, de la atención mediática, del interés noticiable.
Insisto. Por favor te lo pido: la foto, la foto... ¡¡¡la FOOOOTO!!!
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