Harto ya de tanta noticia política, de tanto sinsentido, de tanta corrupción, de tanta grisura, de tanto ruido, de tanta estadística interesada (desorientada o desorientadora), opto por la poesía. Tan necesaria como siempre y más ahora (y me repito). Recurro a la poesía para mostrar las heridas y para ofrecer un poco de bálsamo a quien quiera un lenitivo de amplio espectro.
Ahí va:
Strada dell'abbondanza
A fuerza de explotar a los esclavos
y robarse dinero público,
hubo auge en los negocios. Así los ricos
se volvieron más ricos, mientras los pobres
redoblaban su hambre y su miseria. La ciudad
desbordó sus antiguos limites, perdió sus rasgos
originales, fue reconstruida
según los lineamientos del imperio. También el habla
se corrompió con los hablantes. Y el lujo
entró como la hiedra en muchas partes.
Combatieron el tedio con la droga.
Nos legaron imágenes de sus actos sexuales,
como extraño presentimiento
de su fragilidad. Y entre robos
y asesinatos dondequiera, el terror
extendió su dominio. Miedo en la alcoba
y pánico en la calle. Furia y pena.
Sobre todo odio
proliferante. Porque el bien camina
pero el mal corre (y no se sacia nunca).
Todo esto sucedió en Pompeya, la víspera
del estallido del Vesubio.
José Emilio Pacheco. Premio Cervantes 2009.
(del libro "Los trabajos del mar")
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