Ayer viernes tuvo lugar en este nuestro pueblo (Manzanares) un concierto de un cantante que atiende por Pablo Alborán. No voy a entrar en su valía como músico para no mezclar mis gustos personales con la objetividad de la que quiero presumir.
Sabida es la penuria musical de este país, en el que la música es, en el mejor de los casos, algo que suena mientras se toma un gin tonic o se está a la espera en la sala de un dentista. España es un país profundamente ignorante en lo que respecta al tema musical (me refiero, claro, a la MÚSICA con mayúsculas). Aquí, la música no llega ni a ser una "maría" en las escuelas y todo lo que suene a Gran Música (o a historia del Arte, por ejemplo) es cosa sospechosa de inutilidad, elitismo o, simplemente, de auténtico peñazo inaguantable. Así las cosas, nuestras autoridades (todas), tan ignorantes como el resto, se afanan en dar pan y toros, consumo fácil que no haga demasiado que pensar y que se pueda devorar tan ricamente mientras se tararea esa cancioncilla de dos o tres notas que suena a todas horas en los 40 principales o similar.
Supongo que a estas alturas el pueblo sabrá las condiciones que el señor Alborán puso para cantar aquí; en resumidas cuentas: se lo llevó crudo. En resumidas cuentas, se ha pagado con dinero de todos un espectáculo que es para algunos. Allá ellos/ellas si les gusta; para eso están los gustos y las histerias.
Mientras, coincidiendo exactamente en tiempo y población, hubo un concierto GRATUITO dado por profesores de primer nivel nacional e internacional con música, eso sí, seria (que no quiere decir peñazo). Músicos de verdad, aunque sin el palmito de Pablo Alborán ni su caché de niño guapo.
¿Qué conclusión sacamos? Quien tenga oídos para oír (nunca mejor dicho) que oiga. ¡Ya está bien de pachangas! ¿Para qué hay dinero? ¿Quién aceptó el contrato leonino del coplero..?
Entretanto, la música de verdad lucha por sobrevivir con uñas y dientes mientras mendiga unas migajas para, por ejemplo, que el próximo año puedan seguir en este nuestro pueblo unos cursos de perfeccionamiento instrumental que para sí quisieran muchos.
¡Pena de todo, joder!
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