En mi pueblo, como en el resto de pueblos españoles, se celebró ayer la investidura del nuevo alcalde y concejales, de acuerdo a los resultados de las últimas Elecciones Municipales. Una de las pocas ocasiones en que uno siente la Democracia, no como cosa abstracta, si no como cosa viva y real. Bien.
Asistí como tantos vecinos, al acto, en un Gran Teatro abarrotado, y fue, ¡vive Dios! un acto del que se pueden sacar muchas y sustanciosas consecuencias.
No voy a describir lo que pasó con detalle (llevaría demasiado tiempo y espacio) y, a estas alturas, ya sabrá el pueblo entero lo que allí sucedió. Comentaré el abucheo inmenso que se llevó la portavoz del PP, abucheo que rayó la agresión verbal, el exabrupto y el insulto, emitido por gran parte del público asistente. Hubo momentos en la cosa se puso fea para la concejala, que siguió, erre que erre, con un discurso que no pudo terminar. Lo de "discurso" es mucho decir, porque "discurso" implica reflexión y exposición razonada... nada de eso se escuchó allí, sino una serie de afirmaciones y autobombo que sacaron a gran parte de los ciudadanos de quicio. Es cierto que hay que saber guardar las formas y en Democracia hay que ser, ante todo, educado (ya lo dijo Antonio Muñoz Molina); también es cierto que no se puede atentar contra la inteligencia de la gente, ni tratar a ésta como masa informe dispuesta a tragarse todo lo que salga de la boca del político/a.
Señores/as del PP, no parece que se hayan enterado mucho de que ha pasado recientemente; en realidad, dudo de que se hayan enterado de algo, alguna vez. Así las cosas, me permito un humildísimo consejo: cuando alguien pierde, si es medianamente inteligente, lo que debe hacer es plantearse el porqué de esa pérdida, por qué ha llegado hasta aquí, cuales han sido las causas, para poder enmendar y rectificar los errores. Pero no: se siguen creyendo lo mejor de lo mejor, a mucha diferencia del resto de mortales. Verbigracia: se afirmó en el acto susodicho que el anterior alcalde (que asistió al acto camuflado entre el público) "ha sido el mejor alcalde de Manzanares". Si así es, ¿por qué ha durado tan poco?, me pregunto. Quizá el pueblo sea tonto y no sepa apreciar las bondades del ordeno y mando; las bondades de una manera de hacer política desde una atalaya displicente. Quizá los fastos medievales hayan sacado lo que de medieval tenían ustedes, lo que tenían (o creían tener) de señores feudales.
No. La política no es un feudo: es un servicio. La política no es un latifundio: es un terreno para la comunidad, para el pueblo, para el ciudadano. La política no es un rodillo que dé licencia de corso: es una oportunidad para el diálogo, para la razón, para la sensatez, para el bien común. La política no está hecha para los amiguetes, ni para las prebendas, ni para el uso partidista: es una herramienta para mejorar el bienestar de todos, para crear una sociedad mejor, más justa, más culta, más libre, más inteligente.
No sé si comprenden ahora por qué diablos han perdido.
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