viernes, 27 de junio de 2014

UNA OLA DE MIERDA

¿Algo huele a podrido en el reino de Dinamarca? No. Algo huele a podrido en el reino de España. No es que huela mal: es que hiede. Una ola lenta de mierda avanza imparable, sube más y más, nos llega a la barbilla y continúa subiendo... pronto nos taponará las narices, los oídos, los ojos... y todos quedaremos sumidos en un mar de mierda. La mierda se verá desde la luna, desde  la estación orbital, será como la muralla china: un monumento, pero éste ¡ay! a la estupidez humana o, mejor, a la corrupción. Ya veo el mapa de España cubierto de una manta marrón, cubierto por una costra reseca en la que ni los cuervos querrán pararse, pues nada habrá ya debajo de ella, sino más corrupción, más hedor.
No existe día en el que los telediarios no nos asalten con noticias de corruptelas, de latrocinio puro y duro. La lista sería interminable: desde un Bárcenas cualquiera hasta un Cotinos o una alcaldesa de Alicante, pasando por toda clase de directivos, asesores, senadores, banqueros, sindicalistas, infantas (o lo que sean ahora)... no se salva ni Dios.
Se dirá que no todos son iguales. Cuesta creerlo ante el panorama que tenemos. ¿Y el pueblo soberano? Pues nada, aparte del cabreo generalizado, aparte de hartazgo, aparte de los comentarios de barra de bar, aparte de la sonrisa (yo diría que casi cómplice, o, al menos, casi comprensiva). 
Aquí roba todo el mundo: el oficinista roba folios, el directivo roba desde las preferentes, el político roba recalificando terrenos, los de derechas roban con el rosario en la mano, los de izquierdas roban con el puño en alto, los bancos roban con cláusulas abusivas, el carnicero roba trucando la balanza, el alcalde se sube a sí mismo el salario, el eurodiputado roba (legalmente, eso sí) lucrándose con planes de pensiones infames e inmorales, el parado roba haciendo chapuzas sin declarar, el expresidente roba ocupando cargos que no se sabe muy bien para qué sirven, el médico roba recetando medicamentos en los que lleva comisión, el mecánico roba poniendo piezas innecesarias. Y todo desde la impunidad. Impunidad, no: impunidad para quien roba a lo grande; nada de minucias. Aquí no lo llevamos todo, todito, todo, que para un carrito cargado de pañales no me pongo y, además, por eso sí que puedo acabar en la cárcel.
Nos estamos acostumbrando muy peligrosamente a la corrupción. Nuestros referentes políticos, ésos que deberían ser ejemplo y guía, ésos que deberían ser faros de honradez patria, ésos nos sorprenden diariamente con un nuevo caso de corrupción, de mierda encubierta al amparo de trajes impecables.
No sé si se me nota pelín cabreado. Pues a lo mejor. 
Y dejo ya el tema, me voy al servicio que me está dando un apretón...

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