sábado, 10 de agosto de 2013

AZUFRE EN LAS ESQUINAS

Es cosa corriente en los pueblos de La Mancha, encontrarse  en los quicios de las puertas de las casas o en las esquinas, un rastro de azufre. Con este método se trata espantar  a los perros que se mean sin consideración, eliminando el olor de la meada con otro olor más fuerte aún: el del azufre. 
Reconozco que el rastro amarillo por las paredes no deja de tener su estética y más de un artista plástico actual firmaría estas pintadas como auténticas intervenciones urbanas. Por otra parte, el hecho de arrojar azufre, tiene algo de diabólico, quiero decir: tiene algo de espantar al diablo o de conjurarlo, no sé muy bien. 
En cualquier caso, la gente azufra las paredes para espantar a los canes, aunque sea peor el remedio que la enfermedad. Así, los pueblos aparecen sin meadas, pero apestando a Pedro Botero. El caso es mantener limpias las fachadas, las puertas, las esquinas, usando si es preciso medidas que se me antojan medievales. Algo tiene de bárbaro esta fumigación que mata yerbas e insectos, que espanta perros; algo tiene de cruel.
Bueno, me pregunto qué pasaría se echáramos azufre para espantar lo que no nos gusta o lo que nos pueda resultar molesto... España, por los cuatro costados, por las cuatro esquinas, azufrada con vaharadas maléficas de un amarillo procaz que todo lo elimina... ¡qué espectáculo!

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