Voy a contar un cuento:
Hace mucho, mucho tiempo... tanto tiempo que nadie puede acordarse de ese tiempo; tanto tiempo que nada había en ese tiempo; tanto tiempo que nadie había en ese tiempo... ¿pero digo nadie? No. Sí que había alguien: Dios, of course. Pero Dios se aburría en aquel tiempo en el que no tenía a nadie a quien condenar ni a quien salvar, así que decidió crear a un hombre, para pasar el rato y, de paso, para que le adorase. Y así, con barro (que era lo que tenía más a mano) hizo una figura a su imagen y semejanza y le dio vida. La llamó Adán. Después vendría lo de Eva, que también se parecía mucho a Él, pero con otros atributos. Desde entonces se relaciona a Dios con la imagen del hombre y no con la de la mujer, por una cuestión de orden en el tiempo (en aquel tiempo). Dios, por tanto, es hombre, tiene barba y gasta triángulo luminoso en la cabeza. Vive en todas partes y en ninguna, como la deuda soberana, y nos creó, repito, a su imagen y semejanza. Si así fueron las cosas... ¡menudo Dios es ese Dios, visto lo visto! O algo le falló en el momento de diseñar a Adán o ¡que Él nos coja confesados!
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