Vivo en un pueblo que tiene de todo: por tener va a tener hasta zagalillas (otra vez). Para quien no lo sepa, una zagalilla es una joven que se coloca en actos festivos o protocolarios a modo de florero o adorno al uso. Como figura es una figura tan típica como obsoleta, propia de tiempos con rancio abolengo en los que la mujer representaba la especie bella, el sexo débil o la sumisión institucionalizada. Por poner algún paralelismo, podríamos equiparar a la zagalilla con los juegos florales, la "flor natural", las concentraciones sindicales o la sección femenina. Tremendo avance. Hay quien dice que esto de la zagalillas es un "clamor popular"!! Bueno, siempre hay nostálgicos de tiempos pasados (cómo si no entender la nostalgia) en los que las bellas locales, elegidas por el poder de turno, desfilaban con un brillo emocionado en los ojos del brazo del edil o concejal de urbanismo para dar un par de besos (en la mejilla) al poeta laureado antes de empezar a danzar el vals inaugural de la feria. La zagalilla con banda de raso cruzada, portando un ramo de rosas o de claveles con una resignación digna de encomio, hasta que se le durmiera el brazo, porque había que estar espléndida y ser buena representante del bello sexo y, por extensión, de la mujer manchega toda, ¡tan sacrificada, tan pura, tan racial, tan hermosa! Como Dios manda. ¡Ah, qué tiempos aquellos!
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