Muchos son ya los analistas preclaros que dicen que lo que estamos viviendo (entiéndase crisis) es, en realidad, un gran conflicto social, una guerra de clases en la que unos pocos están sometiendo (todavía más) a una mayoría a la que desprecian profundamente y a la que no aniquilan directamente porque les sirve aun para pagar unos impuestos que perpetúan a una clase dirigente que a su vez seguirá exprimendo.... etc.
Pues sí. La lucha de clases eterna, desde las cavernas hasta hoy. Pero con la diferencia de los medios utilizados, claro: antes la quijada de asno; ahora la bolsa, los mercados, el miedo... Porque el miedo sí es un arma cargada de futuro. De futuro denso como un agujero negro que se traga todo lo que se le acerca. La masa del miedo es tan enorme que borra toda ilusión, toda perspectiva de futuro, toda acción de dignidad; que anestesia, atonta y envilece todo lo que roza. Que paraliza. Que miente como bellaco que es, como gran hijo de perra negra. El miedo en estado puro que hace de la mendicidad moneda común; que hace que los derechos se conviertan en morralla y la corrupción en perversa cotidianidad impune. El miedo como arma de destrucción masiva: destrucción de ilusiones, de reivindicaciones, de conciencias, de libertades, de dignidad. El miedo como bomba de neutrinos que destruye todo aunque todo parezca dejarlo intacto (hay que ser políticamente correcto). Aquí no pasa nada. Que se crea que, tras esas ruinas, aun hay vida. Para eso están aquí los "técnicos": para escamotear las cenizas, para que parezca, en el peor de los casos, que todo ha sido un accidente. Un fatal, inevitable accidente. Si Dios lo ha querido, será que debe así. Amén.
Hola Teo. Tienes un gran talento literario aparte del artístico que ya conocía. Saludos.
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