Yo creo que la cosa va de prueba. Me explico. Están probando, están probándonos a todos para ver hasta dónde aguantamos; es como hacer la prueba de resistencia de cualquier material: se le somete a todo tipo de estrés para comprobar dónde está el punto de rotura, dónde está su debilidad, dónde su fallo. No me explico de otra manera lo que está pasando. Alguien (y no quiero entrar en conspiraciones oscuras ni en sortilegios de mago infame) está apretando la tuerca maestra que mantiene unido este país, la tuerca que mantiene la cordura y el sentido común, la tuerca que mantiene la paz social y el respeto que se supone debe imperar entre los gobernantes y los gobernados. Alguien sigue apretando con la llave inglesa más y más, buscando siempre la vuelta que parece no tener fin, el apriete que estamos dispuestos a soportar, mal que nos pese y sintamos ya una presión de todo punto intolerable.
¿Por dónde empezar? Difícil respuesta a una tan simple pregunta. La corrupción es ya endémica; la justicia, al menos, laxa en según qué temas y con según quién; los dirigentes políticos, ineptos; las declaraciones por parte de los altos funcionarios, gobernantes, capitostes, ministros, subdirectores, y/o presidentes más o menos emboscados en oficinas amuralladas, simplemente alucinantes: pareciera que hay una competición por ver quién dice el disparate más grande o la agresión más innoble; pareciera que estamos ya tan anestesiados, que tomamos la realidad como cosa de ficción y todo nos resbala, como si nada fuese con/contra nosotros.
Alguien está abusando de la fuerza de su brazo: afirmación obvia para una realidad patente. Alguien, que obra desde el sistema, está barrenando los cimientos del sistema que nos ha soportado razonablemente hasta ahora. No sé hasta cuando aguantará el material social que nos cohesiona; no sé hasta cuando aguantará la paciencia de los sufridos ciudadanos. Si sé que, en algún lugar, el cable puede saltar en mil pedazos, la tuerca se puede trasroscar y es cosa de admirar que no haya habido ya alguna alarma, alguna fractura grave. Me extraño del silencio cómplice de tanta gente; me extraño del sufrimiento silente aceptado como cosa irreversible, inevitable, fatal. No sé si somos cobardes o sensatos; estúpidos o pacientes... si sé que la mano sigue apretando y que no parará jamás.
Nunca nos fue regalado nada; nada se ha conseguido sin sangre, sudor, ni lágrimas... y creo que ya estamos perdiendo la capacidad de llorar, aunque no la de sudar, ni la de sangrar. Tiempo al tiempo.
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