OTRA
HISTORIA DEL HIPER
Cojo número para la
pescadería (petada) del hiper: el 6. Va por el 92, así que la cosa va para
largo. Me apoyo en el carrito, aburrido. La señora nº 91 insiste en elegir el
trozo de atún exacto –“no, ese no: ese de ahí… el de la derecha, el que está
encima del grande, el de la mancha roja, el que brilla más…”- Entre estas dudas
geográficas, un caballero (el nº 92) dirige la disección de una merluza
gigante; la pescadera, armada con cuchillo tremendo se pelea contra el actinopterigio
gigante a quien, más que diseccionar, machaca brutalmente. La señora nº 91 no
se acaba de decidir por el trazo correcto y busca bajo las escamas de hielo
alguna otra pieza única. La pescadera joven del tremendo cuchillo hace tiempo
que perdió la guerra contra el espinazo de la merluza. Los minutos pasan y la
cola no se mueve, se escuchan retumbar los golpes del cuchillo que quedan sin
efecto mortífero, pero con consecuencias graves para la decente presencia del
pescado. “Ahora me quita las raspas y me trocea la carne en daditos de 4x4
centímetros” ”¿Lo quiere para la plancha?” “Los trazos lo más iguales posible,
por favor” “¿Podría quitarme las escamas?... A mí no; a él” (risas).
Han pasado dos números más
y el reloj ha avanzado cuarenta minutos. “No, ese no, que parece que está
pocho, el otro más sonrosado… y el salmonete aquel… y ese trozo de atún… ¿está
de oferta, ¿no?...”
Después de hora y cuarto
me toca. Pido boquerones (aunque ya no me interesan nada), que después de tanto
pescado enorme, parecen cosa tercermundista. “¿No quiere nada más, señor?”, me
espeta la dependienta, con cierto tono de reproche (lo he sentido en ese
“señor”), extrañada ante tan poco pedido. “Nada más”, rubrico y afirmo. Y huyo
con difuso sentimiento de culpa, recto y raudo como trayectoria de saeta, hacia
la sección de frutas y hortalizas. Los boquerones, por cierto, goteaban y
pusieron el carrito perdido. ¡Peste de pandemia! (Valga la redundancia, claro).
No hay comentarios:
Publicar un comentario