Sala de espera de un consultorio médico. La situación es ésta:
-Unos pacientes (pongamos diez) esperan con resignación que el/la médico de turno les llame. Llevan un retraso de hora y media y la paciencia (la que viene de paciente) empieza a agotarse.
-Suena de vez en cuando algún móvil, concienzudamente atendido por la/el usuario/a correspondiente, a viva voz; tal pareciera que el cacharro electrónico no tuviese la suficiente energía y usase sólo la potencia del usuario/a para llevar sus mensajes al otro extremo del no-hilo. Consecuentemente, todo el mundo allí presente se entera de la vida y milagros del usuario/a telefónico/a: comida por hacer, niño por cambiar de pañal, cuñado por increpar, trabajo por realizar... etc. etc.
-En el escaso silencio entre queja y queja por lo mal que está la sanidad pública, alguien hace un comentario acerca de los políticos: increpa, despotrica, destripa, maldice y se caga en todo lo barrido.
-En el extremo opuesto al habitual del comentario agudo, sentado y abanicándose con algo que parece un volante médico o el informe de algún análisis, un señor de avanzada edad contesta al anterior con airado verbo, acentuando sus aseveraciones con gestos amenazantes o, al menos, enérgicos.
-La contestación no se hace esperar y se suman a la "tertulia" otros asistentes que, milagrosamente, han despertado de su letargo.
-En pocos segundos, el aire se llena de insultos a la clase política, a la política en general, al euro, al alcalde actual y al anterior, a los equipos de gobiernos presentes, pasados y futuros, al Eurogrupo, a todos los chorizos (que son muchos)...
-Llega el momento de generalizar y todo se resume en un "yo no soy de ningún partido, pero todos son iguales de ladrones... ¡y qué decir de los bancos!!
-Los más osados proponen soluciones para acabar con el estado actual de cosas (aunque no con el Estado actual): la guillotina es el remedio más socorrido, pero no se descartan ni la horca ni el fusilamiento al amanecer.
-Ha pasado una buena media hora y la puerta de la consulta se abre, tímida. Las miradas se dirigen a la joven que asoma, y todo el mundo se pregunta qué cojones tendrá para haber estado en la consulta tanto tiempo.
-En fin, se le perdona la vida (a la joven, me refiero) y pasa el señor de airado verbo, no sin antes maldecir un par de veces.
-Por un momento, vuelve la calma. Una falsa calma. Alguien comenta que el señor anterior dice lo que dice porque tiene mucho que esconder.... y hace un guiño cómplice que puede significar mucho o nada, vaya usted a saber.
Todavía me queda una hora, por lo menos, para contarle al médico mis miserias. Un niño aparece llorando a pleno pulmón, seguido por la madre, embarazada, gritando más que el susodicho infante. El padre consulta el móvil con gesto ausente; le da igual lo que hagan el niño, la madre y la madre que parió a la madre.
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