Primero fueron las bombillas de filamento incandescente: eran muy malas, gastaban una barbaridad, una cosa insostenible para el medio ambiente... había que cambiarlas por responsabilidad ecológica y eso; había que poner lámparas de bajo consumo, que eran la leche, que gastaban poquísimo, que eran verdes. Allá que vamos con el cambio (eso sí, siempre más caro, pero rentable, nos decían). Pero no, resulta que el bajo consumo aquel era más contaminante aún que las antiguas incandescentes, porque tenían (tienen) un gas de mercurio altamente nocivo, que para sí hubieran querido las SS, por no citar su duración que resultó una estafa en toda regla. Pero llegaron los halógenos, que ya eran la repera y había que cambiar las lámparas feas de bajo consumo por estas, tan de diseño. Pero no; tampoco... ahora hay que volver a cambiar los halógenos porque también son malos (después de, claro, haberse gastado la pasta); ahora hay que sustituirlos por leds, que molan más... y así hasta el infinito, en bucle de mentira sobre mentira y gasta primero y protesta luego, si tienes ganas, dinero, paciencia y suficiente cuajo.
Nos dan lámparas que parecen maravillosas y son una mierda con obsolescencia programada; nos comen el coco para atentar contra nuestra conciencia ecológica cuando saben que esto se va al carajo (y no tardando); nos hacer creer que formamos parte de una sociedad participativa cuando somos marionetas de conveniencia; nos ofrecen caramelos envenenados para que nos dé el cólico miserere y encima nos creamos listos, buenos y responsables.
También los políticos (quien se pique ajos habrá comido) nos aconsejan constantemente apelando a nuestro sentido común, a nuestra responsabilidad de ciudadanos de relleno, ofreciéndonos lámparas de bajo consumo como remedio para la oscuridad que ellos han provocado con una sobrecarga que ha hecho saltar todos los plomos.
Oscuridad a cambio de nada; oscuridad a cambio de parloteo; oscuridad mediocre (cuanto más mediocre, mejor) que hiede y que nos rompe las instalaciones todas y nos ilumina con mentiras podridas. ¡Quién pudiera cambiaros por una vela de sebo o por una triste (pero auténtica) lámpara de aceite! Malditos seáis.
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