A Margaret Thatcher le dedica la alcaldesa (de Madrid) una calle; dice (la señora Botella) que le inspira (la Thatcher). No me extraña: de tal inspiración, tal astilla.
Es curioso cómo el poder de turno dedica calles y plazas a sus "inspiradores", a sus iconos, a sus referencias. El caso es dejar rastro de la ideología en las paredes, mojones que indiquen nuestro paso. Franco llenó el callejero de generales, beatos y mártires (del Movimiento). Ahora toca el turno al neoliberalismo feroz: Thatcher, por ejemplo. Personaje inspirador para torpedos destructores de servicios públicos, para ubicuas manos privatizadoras.
Mientras a Madrid le crece una calle con nombre neoliberal, se le concede la Medalla de Oro de la Comunidad a Esperanza Aguirre. Otra inspirada.
Decía antes que al poder le gusta nombrar (o renombrar) calles; también (cómo no) le gusta autopremiarse, autoconcederse medallitas. Hoy te las doy a ti, mañana me las darás tú a mí.
La cosa tiene guasa, por no decir que es directamente cómica. ¿No hay científicos, artistas, literatos, filósofos, sociólogos... que merezcan un reconocimiento institucional? Se ve que no.
-¿Qué habré hecho yo para merecer esto? (dirá Esperanza).
No sé si ella sabrá lo que ha hecho; lo malo es que nosotros sí lo sabemos.
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