ESTUPEFACCIÓN Nº 11:
Cuando se descubrieron los campos de concentración nazis y sus horrores, se preguntó a la gente que vivía cerca de ellos: nadie sabía nada; nadie se daba por aludido; todos se horrorizaban, sí, todos se espantaban... pero todos se proclamaban inocentes, porque ellos "no sabían nada de nada". Es cierto que a los pueblos llegaba un tufo sospechoso a carne quemada, pero... ¡quién podía suponer..! Es cierto que se veía el tráfico de trenes cargados de seres humanos, pero... ¡de ahí a sospechar que..! Detenidos los guardianes y los comandantes de campo, tampoco éstos eran culpables, porque ellos "eran unos mandados, cumplían órdenes". Ellos no eran malos, los malos eran los otros, los que ordenaban...
Todo el mundo sabe que se puede ser culpable por acción o por omisión. Tan culpables son los que ordenan como las manos ejecutoras. Tan culpables son los teóricos de una doctrina como sus prosélitos. Tan culpables son los que hablan como los que callan y consienten. Toda pirámide se apoya en una base. Sin base no hay estructura que se sustente.
Cuando un político dice aplicar medidas con las que no está de acuerdo, pero que no tiene más remedio que aplicar, miente como bellaco que es. Si no está de acuerdo, la decencia mínima le debería hacer dimitir ¡ya!, pues (supuestamente) estaría obrando contra sus principios, estaría perpetuando un estado de cosas radicalmente perverso, al ser vía de transmisión de algo contrario a su conciencia. ¿O no? ¿O es que la cosa es más simple de lo que parece y no tienen conciencia? ¿O es que sí están de acuerdo con lo que imponen y nos mienten (otra vez) cuando afirman lo contrario?
No hay comentarios:
Publicar un comentario