Es cierto que siempre hay publicidad (cada vez más, más descarada, más recurrente), pero lo de las "entrañables fiestas" es de traca. Me refiero, por referirme a algo, a los anuncios de colonias, aguas de colonias, perfumes o fragancias, que por estos y otros nombres atienden los mencionados productos.
La cosa merecería un estudio sociológico, cuando menos. Someramente apuntaré algunas características que me llaman la atención (a veces la indignación):
-En primer lugar, claro, los protagonistas, que son siempre hiper guapos, hiper perfectos, hiper sofisticados, hiper independientes; una estética con canon de belleza para realizar un thriller con ribetes románticos y/o eróticos o para flotar en un ambiente decadente con fotografía tipo David Hamilton. Es imposible pensar en un mundo feo mirando a estos seres venidos de otros mundos (pero que están en este).
-En segundo lugar, los escenarios, que van desde una estética futurista, a lugares exóticos, ambientes de gran lujo o escenarios naturales que parecen sacados directamente de las páginas de National Geographic (tipo "parajes insólitos del desierto de Gobi").
-En tercer lugar, la realización, hecha con pulso cinematográfico de qualité, para narrar siempre la misma historia de encuentro fatal chico-chica.
-En cuarto lugar, los protagonistas: pareja heterosexual que aspira a la felicidad eterna y parecen no tener otra cosa que hacer que estar de fiesta, mirarse a los ojos como mochuelos rijosos o decirse al oído vaya usted a saber qué.
-En quinto lugar, el idioma, que ya no se molestan en traducir y que se reduce a un susurro ininteligible en inglés, francés o italiano (muy pocas veces en español).
-En sexto lugar, la actitud de los actores, que siempre bordea el éxtasis orgásmico y sólo pareciera que no hay nada como ponerse unas gotas del tal perfume para tener la corrida del año.
-En séptimo lugar, los nombres de los productos, que siempre son cortos y sugerentes, abriendo un mundo de refinadas posibilidades estético-poéticas o de promesas ambiguas que, aunque no se sepa muy bien a qué conducen, se presumen siempre de alto nivel (adquisitivo, sensorial o afectivo).
-En octavo lugar, la música, elegida para ser moderna, pero sin pasarse, o que nos traiga nostalgias dulzonas que siempre quedan bien y son inofensivas.
-En noveno lugar (y claro, lo más importante), el mensaje último de todo esto; a saber: compre este perfume y será como esta actriz que, caminando sobre las aguas (como Jesús), nos invita a un dorado mundo de sensualidad y belleza que nos hará más guapos, más modernos y más sofisticados, ¡dónde va a parar!
En fin, nadie ya olerá mal; estamos instalados en un mundo lleno de fragancias contenidas en frascos de diseño, apasteladas o agresivas, suaves o violentas, aterciopeladas, decadentes, heroicas, frescas, oscuras... Hay para todos los gustos y todos los sueños, dependiendo del bolsillo. ¿Verdad amor? Digo: ¿amor, amor?
Otro engranaje más de este sistema, estancado en un falso utilitarismo con un precio desorbitado, disfrazado de realidad idílica. Muy de acuerdo con su palabra.
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