La cuestión está en el efecto zanahoria. Es decir: mantengamos viva una esperanza (como si fuera una zanahoria atada al extremo de un largo palo) y hagamos creer a los incautos que podrán alcanzarla. Por supuesto, nosotros estaremos sujetando ese palo, detrás de los incautos, mientras ellos tiran del carro que nos porta, tan ricamente.
Por desgracia, esto tiene un pequeño coste: tenemos que mantener vivo al incauto, siquiera sea con mínimas condiciones. Así, lo mantendremos vivo con el más bajo coste, dándole pequeñas raciones de alimento para que vaya tirando, para que mantenga su energía productiva y siga engrasando la maquinaria que nos hace ricos (más y más ricos). A los esclavos se les alimenta, sí, ¡faltaría más! ¿De qué nos serviría un esclavo muerto?
La cuestión está, pues, en la zanahoria y en dejarla mordisquear de vez en cuando, someramente, solo para que se les endulce el paladar mínimamente. Esto los mantendrá ocupados y, lo mejor, les hará creer que podrán ser como nosotros algún día... lejano. ¡Es que me parto!
Bueno, pues he inventado otra zanahoria que os va a encantar... se llama minijob y es lo justo, justo, para mantener con vida a los esclavos, para hacerles creer que tienen un poco de eso que ellos llaman dignidad... ¡pobrinos!
Ya sé que es un coste; lo ideal es que no tuviéramos ningún gasto. Pero, en fin, de vez en cuando hay que alimentar a los esclavos ¡qué remedio!
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