La verdad es que ya resulta muy reiterativo volver sobre la historia que podríamos titular "Franco vive" o "Franco, ese hombre"; historia a la que me he referido en varias ocasiones y a la que, me temo, habré de volver en más ocasiones, visto lo visto.
España es un país amnésico; eso parece claro y no hay más que asomarse a la hemeroteca para ver cómo cosas y casos que en su momento fueron de "rabiosa" actualidad, pasan directamente al olvido y lo que fuera tremendo cataclismo se convierte en la más absoluta nadería, quedando todo reducido a mera anécdota, cuando no a chiste que pasa de WhatsApp en WhatsApp como mosca más o menos cojonera o graciosa mariposilla alada. Hay cosas sumamente graves que siguen en la desmemoria colectiva, repitiéndose con machacona eficacia y haciendo de la ignorancia y el olvido sus aliados para conseguir la madre de todas las mentiras, la mentira perfecta o el despropósito afirmativo.
Un tal Jaime Alonso, portavoz de la Fundación Francisco Franco (acojona ya el nombrecito), se permite declarar que España le debe al dictador la llegada de la democracia; afirmación no delirante: estrambótica, como sacada de una alucinación de un surrealista hasta el culo de peyote. Bueno, la cosa no queda ahí y sigue diciendo "que el Pazo de Meirás mostrará la grandeza de Franco", para continuar aseverando que "Franco no fusilaba a gente", etc. etc. Por supuesto las cunetas llenas de muertos no existen y España se salvó del comunismo asesino gracias a Paco. Luego vendrían los pantanos, el seiscientos, la censura, los yugos y las flechas (por decir algo).
Este país singular llamado ¡España! sigue aún, presente el ademán, recordando a la persona que lo mantuvo 40 años a la sombra o cara al sol, brazo en alto y (cómo no) UNA, GRANDE Y LIBRE (España, digo). Y sigue la conspiración del silencio sobre tantas cosas que algunos llaman "pasado" y yo llamo historia, memoria necesaria o simple ignominia.
Lo olvidamos todo y hay quienes fomentan el olvido, quienes azuzan el fuego de la desmemoria con la excusa de "no tocar a los muertos". Leyes hay que no se cumplen, partidos hay que mantienen la manta del silencio aun. Y esto después de tantos años; esto después de tantos muertos inútiles; esto después de tanto dolor acumulado.
Pero ahí está o pazo de Meirás, mostrando ¡presente! la memoria de un dictador que nos redimió de las hordas rojas. ¿La Historia? Olvidada, camuflada o maqueada, customizada (como diría un moderno). Cuanto mayor sea el disparate, mayor será su aceptación y mayores las risas que nos echaremos al fresquito de una caña. Porque eso no nos lo quita ni Dios, ni Franco ni el Espíritu Santo. La cañita que no falte.
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