La fisiognomía es una ciencia que estudia la relación entre la apariencia física, particularmente el rostro, y el modo de ser de una persona. Desde Aristóteles, que se supone escribió el primer tratado sobre el tema, hasta el siglo XIX, la fisiognomía adquirió notoriedad entre artistas, literatos (Poe, por ejemplo o Dickens) y médicos, que redactaron múltiples tratados artísticos y artículos más o menos científicos. De destacar fue la disciplina llamada antropología criminal, desarrollada por el criminólogo italiano Cesare Lombroso. Modernamente la fisiognomía a pasado a ser una pseudociencia, como el mesmerismo o la alquimia, y si bien se sigue estudiando en ciertas áreas sicológicas (la morfopsicología), ha perdido credibilidad y ha devenido en una especie de "arqueología científica".
Yo, qué quieren, creo que la cara es la ventana del alma y ella refleja nuestro estado de ánimo, nuestras preocupaciones y, desde luego, nuestra profunda manera de ser. Hay que saber mirar, desde luego, para poder ver.
¿A qué viene este rollo? Pues porque estoy viendo una fotografía de la ilustre Sonia Castedo, ex alcaldesa alicantina, chula ella como pocas, presunta... siempre presunta. Si la cara refleja el alma (y vaya si lo hace!) es esta imagen que tengo delante la perfecta representación de la prepotencia, de la chulería, del complejo de superioridad, de la displicencia más absoluta, del desprecio por los demás... podría ser el retrato prototípico del pequeño reyezuelo tiránico, altanero e iracundo.
Si aplicásemos esto de la fisiognomía a la jeta de más políticos actuales se podrían sacar conclusiones cuando menos jugosas: así, la media sonrisa de hiena del ministro Montoro; la expresión abobada de la ex Mato; los espantados ojuelos de la vicepresidenta; la expresión bonachona (pero con retranca) del señor Wert; la cara mimética del ministro de industria; la inexpresividad amojamada de Fátima; la sonrisa clónica, cuasi hierática, lejana, de Cospedal (no sabes si te mira o te maldice en silencio); la cara a lo Darth Vadel del ex Gallardón, irremediablemente caído ya en el lado oscuro de la fuerza; la tristeza cósmica de Rubalcaba; el rostro de colegueo perpetuo de Pedro Sánchez; la sonrisa enclavijada de Rosa Díez... así hasta llegar al inefable Floriano, al campechano viajero Monago o a cualquier otro, sea local, internacional o medio pensionista.
En las comisarías del siglo XIX se manejaban manuales de fisiognomía, tomando al pie de la letra los prototipos impresos de las caras en su supuesta relación con el mal o la tendencia inevitable al mismo.
Yo no diré tanto, no obstante, de toda la vida, se ha dicho (y esto resume en una frase la esencia de la fisiognomía): "la cara es el espejo del alma". ¿Que puedo estar equivocado? Pues sí, pero ya se sabe: todos los refranes trabajan (y esto es otro refrán, itero).
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