Reunámonos. Hagamos como que dialogamos. Hagamos como que escuchamos. Parezcamos razonables, sensatos, demócratas. Estemos abiertos al diálogo (eso diremos). Juntémonos con partidos opuestos, con sindicatos, con patronales, con agentes sociales... y hagamos como que nos importan, hagamos como que hacemos un frente conjunto para solucionar esto que algunos llaman Crisis. Digamos que somos independientes, que la soberanía del país está en nuestras manos, que nosotros controlamos todas las decisiones. Hagamos creer que no hay otras soluciones, que la solución es ÚNICA y está en nuestras manos soberanas, democráticamente elegidas por una mayoría absoluta, absolutamente. Pero hablemos, sobre todo hablemos de que hablamos con todos ¡hasta con nuestros enemigos! ¡Ah, la palabra..! Blablabeemos (¡qué hermoso neologismo!). ¿Balbucimos? No. Dialogamos. Estamos abiertos. Estamos dispuestos. Estamos expuestos. Pero eso sí... no confundamos dialogar con ceder; dialogar con claudicar; dialogar con ser demócrata; dialogar con ser inteligente. Hablar, sí, ya lo he dicho... pero... ¿qué cuesta hablar? Y ya se sabe (y no lo digo yo): las palabras son aire y van al aire... es que me pierde la poesía, oiga.
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