lunes, 12 de noviembre de 2012

POR LISTO

Cuando le cortaron los dedos de las manos pensó que sería lo último que le cortasen. No fue así. Después de los dedos le cortaron las orejas; después de las orejas le cortaron el brazo izquierdo y luego el derecho. Pero aún podía andar, así que le cortaron los pies primero y después las piernas. Pero seguía pensando. Cosa inaceptable, claro. Le practicaron la lobotomía. Pero seguía, tercamente, viviendo. Le latía el corazón, quién sabía si podría seguir sintiendo algo,  si, por algún extraño mecanismo, podría pensar aún y, por lo tanto, podría seguir siendo una potencial amenaza para el sistema. Así que le arrancaron el corazón y lo vendieron al mejor postor: a un banco de órganos. A pesar de ser un corazón disidente, serviría para poner en marcha la víscera caduca de algún capitoste. Claro, a él (al capitoste) nunca le dirían que seguía viviendo gracias al despojo arrancado de un desahuciado social. Hay quien cree que los órganos implantados contagian al receptor del espíritu del ¿donante? Nada. Pura fantasía. La gente cree en cada cosa... 
¡Ah!, se me olvidaba: con el corazón arrancado, un estertor, un pequeño calambre recorría el tronco; un estertor que llegó a los parpados y los hizo temblar como tiemblan las ancas de las ranas muertas cuando se les aplican descargas eléctricas. Le arrancaron los ojos y le pasaron a su familia la factura de todas las intervenciones quirúrgicas. Por listo.

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