Hace tiempo, cuando el hombre puso el pie en la Luna (eso nos dijeron, al menos), cuando la ciencia ficción empezaba a dejar de serlo para ser sólo ciencia, cuando los super héroes tomaban conciencia de su humanidad, cuando... en fin... cuando yo era joven, se podía leer entre las muchas predicciones "para el año 2000" que la humanidad caminaría hacia un paraíso: las máquinas harían todo el trabajo pesado; el hambre se extinguiría para siempre; se viajaría a la velocidad de la luz... y tendríamos mucho el tiempo libre... tanto, que el trabajo (que harían máquinas) sería una maldición bíblica abolida y viviríamos en una sociedad del ocio y de la cultura.
El año 2000 quedó atrás, como quedaron atrás las predicciones futuristas, los viajes espaciales y la cultura del ocio que dignificaría al ser humano de una vez por todas.
No sólo no se han cumplido aquellas profecías, sino que caminamos hacia una sociedad cada vez más chata, más esclava, más alienada, sumida en un proceso que ya algunos califican con el neologismo de "chinicización", es decir: hacer del trabajo no ya una maldición bíblica, sino, directamente, una esclavitud, una sumisión que aspira a la mera supervivencia, sin importar la dignidad de la persona ni del trabajo en sí.
¿Dónde quedaron las utopías del ocio creativo y recreativo? ¿Dónde la dignidad conquistada por los trabajadores? ¿Dónde la bondad que se suponía universal, la justicia de los gobernantes, la civilizada respuesta de la gente civilizada, humanizada, desanimalizada, desembrutecida...?
Yo creo que aquello de la Luna fue un engaño. Como fue un engaño la ciencia ficción, la salvación que los extraterrestres harían de la especie humana, Star Trek, el Sr. Spock y las naves hiperespaciales. No se puede viajar a la velocidad de la luz. A lo peor, tampoco se puede, demasiado tiempo, mirar la luz.
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