Ahora toca lo de la Navidad. Supongo. Otra vez las luces, el arbolito y el belén... y lo buenos que deberíamos ser (y no somos). Hay quien se cree que esto es una película de Capra y todo saldrá bien, al final. Hay quien cree que, al final, se hará justicia y los buenos serán inmejorables y los malos dejarán de serlo para atender a sus semejantes, para comprenderlos y socorrerlos. El cine es el cine y la vida, la vida. Sí, estamos de acuerdo que la vida, a veces, debería ser como el cine, aunque éste (el cine) sea muchas veces más grande que la vida... pero no siempre es así. Casi nunca es así.
Ahora toca ser bueno con la banda sonora de algún villancico machacón: "Pero mira cómo beben los peces en el río..." Ellos (los peces) beben y vuelven a beber. Se colocan, vaya. Los demás, mientras, miramos bobos las figurillas de barro (o de plástico) que forman un grupo familiar, cuando menos, singular: un burro, un buey, un niño, una mujer virgen y un hombre pasmado. A lo lejos, tres magos (¿magos?) se acercan en camello, despistados, tras una estrella que no lo era (ahora resulta que era una supernova, es decir, una explosión estelar). Mientras, los zagalillos y los pastores (es decir, los obreros) cantan no se sabe muy bien por qué, víctimas de algún ERE romano... Al fondo, un cielo de papel couché tachonado de estrellas albal y, más cerca, un río sólido con peces tiesos que no nadan. La escena está lista, otra vez; algún complemento más: algún molino, alguna casita de corcho, alguna montaña hecha con mocos de herrero... hasta alguna figura de Playmobil que se cuela de vez en cuando como un anacronismo kitsch. Otra vez se repite lo que nos han contado siglo tras siglo... aunque resulte que, en realidad, no había ni burro ni buey. Cosas del decorado. ¿Pero había algo más? Me refiero ¿había niño?, ¿había virgen, había reyes? Reyes seguro que sí, de eso nunca ha habido escasez.
Pero, vuelvo a repetir, ahora toca ser buenos, desear felicidades a troche y moche, calzar tangas rojos y colgar bolas doradas en cualquier especie protegida de abeto, entre luces histéricas que parpadean sin parar... todo colocadito en un rincón del salón (quien tenga salón y no haya sido desahuciado, claro).
En fin, que creo que voy volver a beber, como los peces en el río.
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