Resulta que la política se ha convertido (¿o siempre lo fue?) en un ejercicio desmesurado de cinismo; en un ejercicio mayestático del uso fraudulento del lenguaje; en un malabarismo eufemístico disfrazado de metáfora; en un campo metonímico; en un pleonasmo de oscura verborrea; en un ejercicio de escapismo que ya lo hubiese querido para sí el gran Houdini; en un sarcasmo cercano (muy cercano) a la crueldad; en un despotismo no ilustrado, pero sí ilustrativo; en una elipsis contínua; en un ejercicio sinestésico en el que se traspone el golpe físico por el golpe verbal o literario; en un énfasis que hay que entender con la mente muy despierta; en una ironía macabra, repetitiva; en una desfachatez que raya lo hilarante; en un desparpajo casi inconsciente que nunca pasa factura; en una chulería prepotente que no se somete a nada; en un soliloquio cerrado; en una obcecación con visos de clarividencia; en un éxtasis abductor que nada sabe de errores ni de dudas; en un trasmallo recolector de palabras inanes. ¡En fin, qué les voy a contar!
Y es que todo es de color, sí. Azul.
¿Ejemplo?
"Para animar a la búsqueda activa de trabajo, se recortará la prestación del subsidio de desempleo"
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