martes, 16 de mayo de 2017

CONTRA LA POESÍA (MALA)

¿Quién decide lo que es malo y lo que no lo es? ¿Quién se cree en posesión de la verdad que señala lo malo y lo separa de lo excelente y esto, a su vez, de lo mediocre?
En fin, hablemos un poco de poesía. El poeta, desde su mismidad, escribe y trata de comunicarse creyéndose en posesión de la verdad poética; no se entendería lo contrario, es decir: que el poeta construyese su edificio poético si no se creyera con la solidez de, al menos, un atisbo de verdad en su poética. 
Así pues, desde mi verdad, trato de escribir honradamente y (supongo que será cosa de la edad) trato de mantenerme fuera de estéticas que me parecen repelentes u obsoletas, cursis, trasnochadas, grandilocuentes, pretenciosas, cutres, megalómanas, endiosadas, ensi-mismadas... Estéticas (porque también ellas pretenden serlo) que rellenan su vacío sistemático con palabras huecas que sólo suenan bien; estéticas (por llamarlas de alguna manera) que hacen del "oficio" beneficio; estéticas que juegan a la lotería de los concursos como moneda de cambio, a cambio de algún trofeo feo; estéticas que rezan al dios desconocido de la poesía en genuflexión hipócrita con golpes de pecho que sólo pretenden hacer público espectáculo de arrepentimiento falso. 
No. La poesía es otra cosa; debe ser otra cosa. Estoy harto de malos poetas y (lo que es peor) de mala poesía a la que se le da una trascendencia inusitada, vana, superflua, totalmente prescindible por hortera, manida, pretenciosa, horrenda.
Ser poeta es un acto más que un hecho; uno creafabrica la poesía, vive en ella (quizá por ella) pero no ejerce de poeta, no debe hacerlo porque uno es poeta a pesar suyo; es, por tanto, un acto inconsciente el hecho poético; es la poesía una acción que reclama la embriaguez que le es dada al poeta, como le es dado el vuelo al pájaro.
María Zambrano, en su obra Filosofía y Poesía, apunta que el logos (palabra y razón) se escinde de la poesía, que es también palabra, sí, pero irracional. Y continúa:
Es, en realidad, la palabra puesta al servicio de la embriaguez. Y en la embriaguez el hombre es ya otra cosa que hombre; alguien viene a habitar su cuerpo; alguien posee su mente y mueve su lengua; alguien le tiraniza. En la embriaguez el hombre duerme, ha cesado perezosamente en su desvelo y ya no se afana en su esperanza racional. No sólo se conforma con las sombras de la pared cavernaria, sino que sobrepasando su condena, crea sombras nuevas y llega hasta hablar de ellas y con ellas. Traiciona a la razón usando su vehículo: la palabra, para dejar que por ella hablen las sombras, para hacer de ella la forma del delirio. El poeta no quiere salvarse; vive en la condenación y todavía más, la extiende, la ensancha, la ahonda. La poesía es realmente, el infierno. 
Y hablando de embriaguez, dijo Baudelaire en Le Spleen de Paris (perdonad que no traduzca, pero es que hice el bachillerato cuando se estudiaba francés):
Il faut être toujours ivre, tout est là ; c'est l'unique question.
.../...
Mais de quoi? De vin, de poésie, ou de vertu à votre guise, mais enivrez-vous!

Pues eso.



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