martes, 21 de marzo de 2017

MENTIRAS Y GORDAS O LA PATALETA DE UN ESCÉPTICO

Vivimos en una mentira permanente. Ésta (la mentira), es nuestro territorio natural y la verdad (si es que existe) tendrá mucho de entelequia, de posibilidad lejana, quizá de producto que la mentira ha generado para insuflarnos una esperanza, un espejismo, una excusa para seguir. 
La afirmación de que "todo es mentira", es sí, un oxímoron, pues si todo es mentira, también lo será esta afirmación, y entraremos en un bucle infinito de difícil solución, un vórtice de velocidad luz. Ahí lo dejo.
Pero, volviendo a la mentira como hecho palmario, hay que reconocer la función social que representa, haciendo la vida más llevadera, aunque sea a costa de portar una máscara hipócrita que nos suavice las constantes evidencias de hechos contradictorios, el lenguaje amable de lo políticamente correcto, los mensajes brillantes que ofrecen felicidad a cambio de consumo (de un consumo irracional, vacuo, desatado, fábrica de detritus que, como troncos de árboles corrompidos, se van acumulando en el lecho embarrado de los ríos de esto que llamamos vida).
Nos mienten cuando nacemos, nos mentían cuando íbamos a la mili (antes se iba a la mili), nos siguen mintiendo cuando vamos al trabajo, cuando compramos acelgas que nos dicen son ecológicas, cuando votamos, cuando sacamos dinero del cajero (quien lo tenga), cuando nos juran justicia social y cuando nos prometen el paraíso de la libertad si nos apuntamos a una oferta de telefonía. Mentira.
Así las cosas (así LA COSA), seguimos a trancas y barrancas, más crédulos (necesitamos creer para seguir), más confiados, más moldeables, más inocentes, más idiotizados, menos lúcidos, menos inteligentes, aunque más (sobre todo algunos, SOBRE TODO ALGUNOS), más listos, más pillos, más pícaros, más corruptos, más condenadamente estúpidos. 
La vida va de listos; la verdad va de listos, porque ellos la fabrican. 
Lo demás será silencio, pero al menos, será (este sí) un silencio verdadero.



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