domingo, 7 de junio de 2015

TODOS MIENTEN

Llevo años situado en el estupor; de hecho, el estupor es mi estado natural y ya no sé si soy estatua petrificada de tanto pasmo o extraterrestre en este país de fábula (véanse acepciones 5 y 6 de "fábula" en el DRAE). 
Estamos acostumbrados ya a que nos mientan; damos por hecho que nos mienten todos, que nuestras vidas están construidas sobre una gran montaña de mentiras.
Nos mienten lo políticos, con promesas que no cumplen; nos mienten las eléctricas, diciéndonos que el contador "inteligente" recientemente instalado nos será de gran utilidad para el ahorro; nos mienten las telefónicas; nos mienten los bancos; nos miente la publicidad y sus productos mágicos; nos mienten las farmacéuticas con sus fármacos que nada curan: nos mienten los noticiarios interesados; nos miente la patronal con sus salarios del miedo; nos miente la Ley con su supuesta igualdad; nos miente la Dirección General de Tráfico, cuando nos dice que no multa por afán recaudatorio, sino por nuestro bien; nos miente la religión cuando nos promete el cielo o el infierno; nos miente el carnicero cuando nos ofrece una carne estupenda de hace tres semanas; nos miente la oferta del supermercado; nos miente el vecino cuando nos da los buenos días; nos mienten los que van de puros y se alían con el diablo para conseguir sus objetivos... Al final, también nos mentimos a nosotros mismos para poder aguantar tanta mentira, para poder soportar la insoportable, la terrible verdad, disfrazándola de inalcanzable, de utopía, de imagen lejanísima, de espejismo. 
Sí, al final todos mentimos en este país donde la verdad es ya una exiliada, un bicho raro: la más revolucionaria de las revoluciones. La más cruel. La más exótica de las entelequias. Esto, naturalmente, también puede ser mentira.

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