martes, 6 de agosto de 2013

UN EJERCICIO DE DEMOCRACIA PARTICIPATIVA O LA SOMBRA DE TORQUEMADA ES ALARGADA

De los tres procedimientos por los que la Inquisición (santa) podía iniciar una causa contra alguien, el tercero, llamado Per denuntiationem, se ponía en marcha por una simple denuncia anónima; así, el denunciante secreto podía acusar tranquilamente desde la clandestinidad o desde el odio, sin tener que demostrar nada: el pueblo se convertía en policía secreta y se abría la puerta a toda clase de oscuras venganzas. Esto sucedía en España (no sólo en España) en el siglo XV y sucesivos. No voy a entrar aquí en los procedimientos que seguían a la denuncia, entre los que se encontraban los interrogatorios (por llamarlos de alguna manera) y las sucesivas torturas.
Eso es Historia, afortunadamente. ¿O no? Ahora resulta que el Ministerio de Trabajo, encabezado por la señora Fátima Báñez, en un preclaro ejercicio de democracia participativa, abre la posibilidad de denunciar anónimamente para destapar posibles fraudes laborales...  La Historia de repite, se dice muy a menudo. Y vaya si lo hace. Con otros medios, con otras tecnologías, con el mismo talante: en este caso, que sean los propios ciudadanos quienes ejerzan de policías, de chivatos o de... vaya usted a saber. Buenos ciudadanos, dirán algunos. Como lo eran (comparaciones odiosas aparte) quienes denunciaban a judíos no hace tanto en la ahora locomotora-democrática Alemania.
Por supuesto que hay que perseguir el fraude (y de eso, de fraude, sabemos mucho en España), toda clase de fraudes: los que cometen los trabajadores y los que cometen los empresarios; los que cometen los banqueros y los que cometen los políticos. TODOS. Pero para eso ya están (o deberían de estar) los mecanismos del Estado, conveniente dotados, supuestamente justos, supuestamente imparciales, perfectamente amparados por la legalidad y la transparencia (¿les suena la palabreja?). 
Desde hace tiempo tengo la incómoda sensación de ir hacia atrás... pero hasta hoy no había viajado tan a prisa. El siglo XV queda un poco -demasiado- lejos. Aunque, total, seiscientos años no son tantos, después de todo... En fin,  espero no toparme cualquier día con Torquemada ¡mama mía!

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