sábado, 12 de enero de 2013

VERGÜENZA AJENA

Ya lo dije hace tiempo, pero lo repito (y siento repetirme): la vergüenza ajena es aquella que se siente por los demás. Es decir: es aquella que debieran sentir otros, pero que no sienten; es aquella que sentimos los que tenemos cierta sensibilidad, los que no somos absolutos tarugos emocionales. La vergüenza ajena nos tizna con la desfachatez de otro/s y nos sonroja cuando la estupidez es tan evidente, cuando la injusticia es tan enorme, cuando el acto provocador pasa delante de nosotros ojos como pasase un elefante rosa ante el asombro nuestro y la indiferencia absoluta de quien condujera al propio animal.
Igual que se puede sufrir por el dolor ajeno, se puede sentir vergüenza por actos ajenos. Una pequeña diferencia: sentir el dolor ajeno como propio es un acto de empatía; sentir la vergüenza que otros no tienen, es un acto de honradez o de sentido común.
Sé que sentir vergüenza por algo que no hemos hecho puede parecer ridículo; es, en cualquier caso, inútil; es, desde luego, predicar en el desierto.
Tan como está nuestro país, tal como está el panorama socio-político-económico, tal como están las cosas... ¡qué quieren...! Me sonrojo cada día como si fuera el primero. Y cada día mi capacidad de asombro se renueva ante tanto desparpajo de políticos, banqueros, neoliberales y otras yerbas. Y me avergüenzo. Mucho, mucho, mucho.

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