miércoles, 9 de enero de 2013

LA CUESTA

Nos dicen que estamos en la cuesta, subiéndola, trepando por ella, tratando de llegar a no se sabe muy bien dónde... simplemente al final de la cuesta, simplemente al final de un camino empinado que se va haciendo más y más angosto, más y más pesado. Nos tratan como a bestias de carga que tiran de fardos, que suben la cuesta... nos tratan como a bestias ignorantes, como a zotes que sólo sirven para tirar, para subir la cuesta. Nos tratan como animales gregarios, como torpe masa ciega que no piensa ni siente: que sube la cuesta, siempre sube la cuesta.
Algunos esperan ver un paisaje distinto al final de la cuesta, hartos ya de tanta palabrería, de tanta mentira escupida que tizna de desolación y desánimo cuanto toca con su lengua apestosa, corrupta, prepotente.
¿Qué hay, de verdad, al final de cuesta? ¿Qué, que nos haga creer aún en el ser humano? ¿Qué panorama, qué paisanaje?
Subimos la cuesta, sí. La nuestra y la de otros. Subimos y no sabemos ¿o sí? lo que nos espera... lo que les espera.

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