miércoles, 29 de junio de 2011

LA BOLSA O LA VIDA

RESULTA que, de pronto, todo el mundo parece saber de economía. Al menos se habla de ella más que nunca, sobre todo en informativos de pelajes varios. Los as(censos) y des(censos) de la bolsa son noticias prioritarias en las pantallas  y en el papel couché. Sin embargo, quién sabe, realmente, qué mecanismos son los que ponen en funcionamiento las subidas y bajadas de un dinero que parece no existir, pero que está en algún limbo, como los ángeles, que está en algún paraíso (fiscal, por supuesto). ¿Quién sabe quién hay detrás de las decisiones que arruinan o enriquecen? ¿Qué Dios, o qué dioses nos controlan, hacen palidecer a gobiernos, hacen tambalearse a naciones enteras? ¿Qué flujo o magma, circula por qué caminos, para construir crisis internacionales, para generar millones de parados con el solo olor de su fétida presencia?
Antes, los bandoleros, trabuco en mano, asaltaban a pasajeros pidiéndoles la bolsa o la vida (al menos les daban opciones). Ahora, es la Bolsa, enorme, ubicua, todopoderosa quien, directamente, nos pide la vida, mientras se la da a unos pocos (muy pocos). Nuestra sangre corre y se trasvasa a venas anónimas que crecen como ríos, como torrentes verdes que lo arrasan todo en nombre del Libremercado, usando como jeringas la especulación más salvaje que se pueda imaginar. ¿Qué Dios, o dioses, están allí, tras las pizarras de cotización? ¿Quién, que no me ve, que no nos ve, (invisible también Él, ellos) pulsará el botón definitivo que nos haga añorar la edad de piedra?

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