martes, 28 de junio de 2011

¿EN QUÉ QUEDAMOS?

El ciudadano estupefacto observa cómo, de pronto, tiene que circular a un máx. de 110 Km./h. en lugar de a 120. Transcurridos unos meses, lo que antes era panacea para acabar con el gasto petrolífero, recurso infalible para disminuir las muertes en carretera, para acabar con la contaminación... ahora no vale nada. Se vuelve a la velocidad de 120 Km./h. con velocidad mayor aún. Las fábricas de pegatinas hacen su agosto; los obreros se preparan para una larga noche en la que trabajarán contra reloj (bien está, pues son horas extras)... Se nos dice que se ha ahorrado no sé cuántos millones en los meses pasados, pero que, ahora, al bajar el petróleo,  no se hace necesario mantener la medida!!!! ¿No se trataba de ahorrar en estos malditos tiempos? ¿Y las vidas que supuestamente se salvaban al circular más despacio? ¿Ya no interesan?
Uno se pregunta cómo se calcula el ahorro (supuesto) que se ha logrado; cómo se cuantifican las vidas que se han salvado; cómo se aprecia el supuesto impacto ambiental que se había mejorado...
Pero, sobre todo, uno se pregunta quién gobierna nuestras vidas, quién decide a qué velocidad debemos ir; qué cantidad de alcohol es más o menos perjudicial; qué nivel de colesterol debemos mantener; cuánto debemos pagar a Hacienda; en qué momento se atrasan o adelantan los relojes; cuántas sardinas debemos comer para estar sanos...
Lo que antes valía, ahora es una caca y viceversa: lo bueno de antes es lo malo de ahora.
Y no me mire demasiado, porque lo que antes era una simple mirada, puede ser ahora amenaza, o aojamiento ¡Que rectificar es de sabios, aunque rectificar tanto pueda ser de inútiles, de improvisadores o de ignorantes! (Elija usted).

No hay comentarios:

Publicar un comentario