martes, 15 de agosto de 2017

USAR PAPEL HIGIÉNICO PERFUMADO O HAY QUE SER POLÍTICAMENTE CORRECTO

El eufemismo es una "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante" (DRAE dixit). 
Decimos "inodoro" (¿que no huele?), cuando estamos pensando "retrete", palabra más castiza, pero que suena mal, como a pedorreta que redoblara en braga oculta; decimos "hacer popó", cuando queremos decir "cagar", que no veas cómo suena; decimos "hacer aguas menores", cuando queremos decir "mear", que es escatología líquida; decimos "finado", cuando queremos decir "cadáver"; decimos "tercera edad", cuando pensamos en viejos; decimos "daños colaterales", cuando queremos decir "muertos inocentes"; decimos "reajuste de plantilla", cuando queremos decir "despidos a troche y moche"; decimos "trabajadora del sexo", cuando queremos decir "puta"; decimos "desacelaración económica", cuando queremos decir "crisis económica"; decimos "recursos humanos", cuando nos referimos a los que contratan y despiden personal; decimos "residuos sólidos urbanos", cuando nos referimos a la basura; decimos "tráfico de influencias", cuando nos referimos a los enchufados y corruptos; decimos "investigado", cuando hablamos de "imputado"; decimos "reforma laboral", cuando nos referimos a la dilapidación de los derechos de los trabajadores... etc. etc...
Hay otras formas de eufemismo, no verbales, de uso práctico: me refiero, por ejemplo, al uso de papel higiénico perfumado; me refiero a las bolsas de basura, también perfumadas; me refiero a cuando el camarero te pone en un restaurante el pan con la ayuda de dos tenedores, cuando antes, fuera de la presencia del comensal, lo cogió con las manos... o cuando un policía se dirige a ti con cara de mala hostia y te llama "caballero" (vaya usted a saber en qué adjetivo estará pensando en realidad). 
En fin, que todo debe ser sonoramente aceptable, olfativamente agradable, políticamente correcto (otro eufemismo para referirse a la hipocresía) y suave al tacto. Nada de imprecaciones, nada de malsonancias, nada de cacas, de pipí o de popó. 
Por eso, cuando veo que los corruptos salen de la cárcel y se pasean por las playas con desparpajo elegante; cuando veo que los que nos han robado a todos están tan ricamente cogiendo bronceado en las tumbonas (que mira cómo tiemblan), cuando veo a los chorizos institucionales lucir palmito, gafas polarizadas y bañador de alta gama... no me cago en todo, no: el tránsito intestinal se me acelera y sufro episodios de aerofagia que remedan conflictos tormentosos, con secreción de bilis añadida y profundos cuadros de exaltación justiciera. Luego se me pasa, claro. Así nos va.

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