miércoles, 25 de febrero de 2015

PROMETE Y VENCERÁS O COMO VER QUE LA MITOLOGÍA ESTÁ MÁS VIVA QUE NUNCA

A estas alturas de la película, no sé si habrá alguien capaz de hacer un esfuerzo de ingenuidad lo suficientemente grande como para creerse las promesas que surgen a diestro y siniestro por parte de los políticos de turno, inmersos en una precampaña electoral no declarada, pero cierta.
El partido de gobierno promete otra vez lo que ya prometió (aquello de los ¡3 millones de puestos de trabajo!) y se quedan tan panchos. Si antes no pudo cumplir, ahora sí; ya verán cómo ahora sí... solo que para poder verlo, nos tienen que votar, claro.
La cosa, por supuesto, no queda ahí. Se promete de todo: se bajarán impuestos; se subirán ayudas sociales (esas que antes se recortaron) etc. etc.
A nivel municipal, los ayuntamientos pierden el culo por empezar obras que estuvieron latentes, cuando no dormidas, esperando la oportunidad para empezar a remover escombros, talar árboles y sacar lustre a plazas públicas y parques antes abandonados por la desidia del concejal correspondiente, ahora espabilado por la cercanía de las urnas y la posibilidad de reelección. 
Nos mintieron antes; hicieron una política en gran parte contraria a sus promesas; nos mienten ahora.
Debe ser que tenemos muy mala memoria, sino, no se explica que persistan una y otra vez en la misma fórmula de "os prometo..." Hemos tener muy mala memoria cuando no los mandamos a todos al averno del ostracismo más absoluto y seguimos prestando, siquiera sea mínimamente, oídos a tanto canto de sirena. Deberíamos, como Ulises, atarnos al palo mayor de la sensatez y taparnos los oídos con cera para no escuchar tanta vana palabrería, tanta pompa de jabón. Ya saben que las sirenas cantaban dulces melodías que hacían caer a los marineros en un éxtasis que los llevaba a hacer zozobrar la propia nave donde navegaban (¿les suena?).
Mientras, aquí, el gobierno despliega todas sus sirenas, todo su material mediático, una artillería propagandística que nada tiene que envidiar a la de la anterior URSS. Y aplica, una vez más, la máxima: promete y vencerás. Aunque luego, del dicho al hecho, haya mucho, muchísimo trecho. 

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