viernes, 2 de enero de 2015

EMPEZAR EL AÑO CON SHAKESPEARE (POR EJEMPLO) O CON JULIO IGLESIAS

Naturalmente, el año es nuevo (por el momento) pero la vida no: la vida no es nueva; la vida es como siempre fue, salvo pequeñas diferencias puntuales que cambian de unos a otros para repetirse también, de unos a otros, en un círculo infinito que sólo pretende perpetuarse con un fin que se me escapa, por el mero afán de la supervivencia clónica... ¿para qué? 
Un año nuevo que se repetirá otra vez, desde las campanadas hasta los valses straussianos; desde los turrones hasta los discursos regios; desde las promesas incumplidas hasta la crisis que (ésta sí que sí) sigue ahí por mucho que se empeñen en decirnos que no, que ya ha pasado y que todo va como la seda, sobre todo en la bolsa y en los bancos, claro.
Pereza me da pensar siquiera en la avalancha de promesas que se nos avecina ante las elecciones próximas; pereza me da imaginarme la cantidad de cintas inaugurales que se cortarán; pereza infinita me da escuchar tertulias y discursos tan vacíos como las cabezas de los que los dictan, de los que los leen, en una repetición aburrida y desesperante.
¿Vida nueva? ¿Año nuevo? Yo creo ya que ni lo uno ni lo otro, pues me parece estar en el día de la marmota perpetuo, como en aquel que imaginó Harold Ramis en "Atrapado en el tiempo".
Déjà vu perpetuo esto de los años, de la vida, de las estaciones climatológicas, de la corrupción...
y si no, véase lo que puso Shakespeare en boca del príncipe de Aragón, en su Mercader de Venecia, acto II, escena IX:
"¡Oh, si fuera posible que los bienes, las jerarquías, los empleos, no se alcanzaran por medio de la corrupción! ¡Si fuera posible que los honores se adquirieran siempre por el mérito del que los obtiene! ¡Cuántos hombres andarían vestidos que ahora van desnudos! ¡Cuántos con mandados que mandarían! ¡Cuánta baja rusticidad se encontraría al separar el buen grano del verdadero honor , y cuánto honor se recogería entre los escombros y la ruina hechas por el tiempo, para restituirle a su antiguo esplendor!"
Este fue escrito aproximadamente en 1596. Pues eso, Julio Iglesias: que todo sigue igual.

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