domingo, 14 de diciembre de 2014

¡AH, LE PETIT NICOLAS!

Le petit Nicolas es ya un personaje clásico en la literatura infantil francesa, creado por el guionista René Goscinny, creador a su vez de personajes tan famosos como Astérix y Obélix.
En España, el pequeño Nicolás (en adelante pN) es otra cosa. En otro tiempo también fue el personaje antes mencionado; ahora no. Ahora, repito, es otra cosa. No sé si "cosa" es término adecuado, pues se trata, en realidad de una persona (mejor, de un personaje) vivita y coleando.
¿Qué es el pN? ¿quién es? ¿de dónde viene, a dónde va? ¿quién lo maneja? ¿qué hay de verdad en sus andanzas, en sus contactos, en sus amistades? ¿existe la vida inteligente en el planeta Tierra y, por extensión, en la península Ibérica?
Preguntas de difícil contestación que nos llevan a plantearnos si hay una idiosincrasia patria, un genoma racial con denominación de origen, como lo es el jamón cinco jotas o el queso manchego; una denominación que nos hace, efectivamente, diferentes al resto de Europa, of course!
Lo del pN no lo pudo imaginar ni un delirante Berlanga (aunque se aproximó) que hubiera escrito a cuatro manos con Valle-Inclán: mezcla heterogénea de pillo, caradura, arribista, pijo de libro, neo catecúmeno anti abortista con manía de grandeza, esperpento patrio... es un ejemplo perfecto de lo que se puede conseguir en España a base de desvergüenza, fingimiento y falta de escrúpulos. El pN no es nada, es aire comprimido, algo así como un embarazo sicológico. ¿Es eso? Quizá sí, quizá no. Quizá entre tanta apariencia, entre tanta palabrería vana se esconda algo más. Porque lo cierto es que los engañados (supuestamente) no denuncian; las Instituciones (muy altas) tampoco; los políticos aludidos, tampoco. ¿Entonces, qué coño pasa?
¡Ah, el pN! (pronúnciese, por favor "pe-ene", no me hagan chistes fáciles): ese diablillo travesuelo, ese pequeño ser alado que iba de sarao en sarao, de oficina en oficina, de mitin en mitin, cual etérea mariposa buscando la flor inocente de la que libar algún néctar sin dar golpe. 
¡Ah, el pN, (no tan pequeño, por otra parte), con carita de ángel que luego devendría en exterminador cual película buñuelesca! ¡Ah de las poses de refilón ante las cámaras! ¡Ah del dejarse caer, como si nada, porque pasaba por aquí, simplemente! ¡Ah del roce oportuno, del guiño cómplice, del apretón de manos!
En fin,  ¡tantas y tantas cosas; tantas preguntas; tantas incógnitas!
Mientras, tiremos una vez de más de refranero: "Quien a buen árbol de arrima, buena sombra le cobija". Y el que no pueda, que se compre un paraguas o una cremita protectora con un SPF (factor de protección solar) de, por lo menos 50. 
Por eso el país está como está: más quemado que un tizón.

1 comentario:

  1. El pequeño Nicolás también es ahora un buen árbol¡¡¡...Si no que pregunten a la "pechitos"....

    Muy acertado el artículo Teo,....aunque la historia ya es hilarante en sí misma...tú has conseguido contarla con mucho humor. Atinado.

    Mar de Madrid

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