miércoles, 12 de noviembre de 2014

SEPULCROS BLANQUEADOS

Es difícil ponerse a escribir sobre un tema tan asqueroso como es la corrupción: la corrupción en España, concretamente. Y digo difícil porque uno se siente desbordado ya, hastiado, infinita, peligrosamente aburrido. Digo "peligrosamente" porque cuando uno se aburre de algo es porque ese "algo" se repite demasiado y siempre de igual manera. Y uno se acostumbra, se va acostumbrando a esa rutina, pasando por alto lo que pueda significar, para arrinconarla y obviarla en el cajón de las cosas repetidas de las que no queremos ni hablar, porque ya nos aburren. 
¿Corruptos/corruptelas/corrompidos/corrupciones? Bueno, será así; será lo que toca; será que es inevitable; será que es inherente a la política/políticos; será...
Mientras el aburrimiento se apodera de la ciudadanía, extendiéndose como una mancha de aceite, la corrupción hace lo propio, pasando a formar parte del hastío y del paisaje diario. No importa que todo empiece a heder, a descomponerse lentamente, como un montón de mierda lleno de moscas negras cebándose en la inmundicia. Las pituitarias se están acostumbrando al olor de la podredumbre. Las retinas se están acostumbrando al espectáculo de los imputados entrando y saliendo de los juzgados como Juan por su casa. Los oídos se están acostumbrando a las declaraciones que sólo tratan de encubrir, de soslayar, de justificar, de atacar al contrario que (siempre) es más y peor. 
Yo corrupto; tú más. Yo corrompo; tú más. Yo corrompido. Tú corrompido. Él corrompido. Todos corrompiendo/corrompiéndonos. Cadáveres corruptos, sepulcros blanqueados. Tú, yo, él, nosotros, vosotros, ellos.
Y la codicia, creciendo, desbordada. La codicia como un río desmadrado incapaz de controlar su caz. La codicia avara creciendo como una hilera de hormigas hambrientas trepando por las ramas de un árbol al que dejarán sin hojas, sin savia, sin vida. Más y más y más. Imposible saciar esta sed. Más de todo, más. Todos queremos más. ¿Hasta cuándo este desasosiego, este sinvivir insaciable, este hambre de estómagos repletos, hasta cuándo? 
Y Tú, Dios, ¿a qué esperas para lanzar el meteorito?

No hay comentarios:

Publicar un comentario