jueves, 10 de julio de 2014

LA CULTURA, OTRA VEZ

El pasado martes tuve la suerte de asistir en San Sebastián a un encuentro con el escritor rumano Mircea Cartarescu. Hombre sencillo, con un gran sentido del humor, Carterescu habló de literatura (cómo no) y de sociedad; de literatura y de recuerdos (cómo no). Hubo  una cosa (por señalar alguna) que me llamó la atención: recordando su infancia, Mircea nos comentó que en Rumanía, en la época socialista de Ceausescu, estaba casi todo prohibido; desde luego estaba prohibida gran parte de la literatura contemporánea con alguna sospecha de contener cualquier indicio de libertad o de crítica al sistema. Curiosamente, y dado que apenas se podían leer creaciones contemporáneas, se leían los clásicos. Los jóvenes no veían series americanas de televisión, pero leían a Cervantes; los niños no tenían teleñecos (o su equivalente socialista), pero leían a Tolstoi. Así, la gente, aún en el entorno gris cotidiano del realismo socialista, tenía una estupenda base de cultura universal, clásica. Se podría decir que eran cultos a su pesar.
Es curioso cómo los regímenes totalitarios, en su afán por destruir la Cultura (y por ende la libertad), a veces, consiguen lo contrario. De rebote, claro; sin quererlo, claro.
Todos los gobiernos dictatoriales, de cualquier ideología, se han afanado siempre en dirigir la Cultura, en encauzar el pensamiento, creando caminos únicos, fuera de los cuales todo estaría prohibido; todo sería subversivo; todo sería peligroso para el régimen, pues nada hay más peligroso que el libre pensamiento, que la libre información. 
En esta Europa (y por ende, en esta España) en la que se hace bandera de la Cultura, de la democracia y del estado de bienestar (o lo que queda de él), no estaría de más plantearse si, realmente, disponemos de una Cultura libre (es decir, no dirigida); si los canales de acceso no están manipulados; si somos realmente libres o si, simplemente, nos creemos libres.
Tenemos, sí, internet y todo lo que conlleva; estamos hiperconectados a través de todo tipo de cacharros electrónicos; la inmediatez está asegurada: lo instantáneo. Me pregunto si también la idiotez está asegurada, si la urgencia a suplido a la reflexión, si el pantallazo ha hecho lo propio con el análisis.
¿Somos libres, de verdad, o vivimos mirándonos en un espejo convenientemente orientado a mostrar los horizontes que interesan a quienes nos gobiernan?
En cualquier caso, y como medida profiláctica, recomendaría una buena dosis de lectura de clásicos, aunque no tengamos encima un régimen de los de antes... ahora no existe el "régimen": ahora estamos a régimen.

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