viernes, 27 de diciembre de 2013

LA DIGNIDAD, OTRA VEZ

Hoy, en mi buzón de correo, apareció un papelito escrito con caligrafía algo tosca, casi naif: "Mujer busca trabajo", decía, y a continuación un número de teléfono de contacto.
Hace unos días (poco antes del 25 navideño), una cadena de televisión de las llamadas "generalistas" retransmitía en riguroso directo una cola de gente esperando su turno para recoger comida en un comedor social.
Cualquier día, en cualquier local de cualquier pueblo de España, un inmigrante ilegal se te acerca llevando a la espalda un pesado bulto; te ofrece cualquier cosa: calzoncillos, camisetas, cds, pulseras, colonias... todo falso, claro. Te lo ofrece con una sonrisa enorme y con la mirada alerta por si acaso acuden los polis.
En una farola veo un papel pegado: "Hombre serio se ofrece para trabajar en lo que sea. Español."
A la puerta de Mercadona un hombre espera paciente la caridad de los apresurados consumistas mientras su mirada se pierde, vacía ya esperanza.
La miseria retransmitida en directo. Los brotes verdes de la pobreza floreciendo por doquier. Un paisaje que nada tiene de navideño... ¿o sí? Quizá de cuento de Dickens, probablemente, o de película de Berlanga.
¿Quién pondrá fronteras a la miseria? ¿Quién pondrá "concertinas", cuchillas de desgarro al cáncer que nos está creciendo en esta nuestra sociedad hipercivilizada? ¿Quién, en nombre de quién, justificará la pobreza, el sufrimiento de tantos que sostienen el bienestar de tantísimos?
La dignidad (otra vez esta palabra), la gran ausente, la gran escapista que huye y se esconde tras tanto papel de regalo, tras tanta luz parpadeante, tras tanta desvergüenza.
La DIGNIDAD, ¡por Dios!

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