jueves, 8 de noviembre de 2012

LA VIEJA LOCA DE LOS GATOS

La vieja loca de los gatos: así la llaman. La vieja loca da de comer a gatos callejeros, a gatos esqueléticos y desahuciados. Los gatos acuden a la llamada de la loca, a su promesa de pan duro y raspas secas. La vieja loca habla sola, por las calles recita versos que nadie comprende y grita de vez en cuando nombres imposibles. Está loca, la vieja loca. Por eso habla sola, por eso da de comer a los gatos sucios y hambrientos, por eso recita versos. La vieja busca en la basura comida para sus animales (ellos, dice, también son criaturas de Dios). Ellos, supongo, también son criaturas de Dios; criaturas hambrientas, sí; criaturas molestas que recuerdan la miseria y el abandono; criaturas que pudieron ser bellas y se quedaron en el puro hueso, en la pura piel. Criaturas que viven al margen, pero libres; solas pero libres; libres pero solas. Y ahí está la vieja loca de los gatos: hablando para nadie en un mundo que no le pertenece, en un mundo que no la quiere, porque nunca querrá lo raro, lo otro, lo singular. Y mientras, los gatos por los tejados, los gatos reventados en las calles por vehículos ciegos. Solos, pero libres.

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