sábado, 4 de agosto de 2012

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS

La Historia siempre se ha escrito con sangre, sudor y lágrimas. El género humano es malo por naturaleza y nunca da nada a cambio de nada. Somos humanos: somos interesados, egoístas, malvados, cicateros. Es verdad que hay minorías que pretenden salvar al resto; es verdad que hay gente íntegra, realmente buena. Quizá sea esa gente la que haya salvado hasta ahora al resto de la humanidad (por un justo se pretendía salvar a Sodoma...) Pero el horizonte siempre ha estado teñido de sangre, de sudor y de lágrimas. Con ellas se pudieron conseguir algunas cosas tan elementales como la protección sanitaria, los derechos básicos de los trabajadores, el derecho a la educación igualitaria, las condiciones DIGNAS en el trabajo, el derecho al descanso, la atención social de los menos favorecidos... Cosas básicas, lógicas en cualquier conciencia ligeramente humanoide. Con el tiempo, la montaña de sangre, sudor y lágrimas de millones de seres humanos ha ido creciendo hasta convertirse en una cordillera, en una muralla que está aquí, por todos sitios, rodeándonos, recordándonos que somos lo que somos gracias a ese sufrimiento, a ese sacrificio.
Sangre, sudor, lágrimas... ¿perdidas? Por supuesto que no. Son una barricada, una bandera (esta sí) que huele a dolor y a rabia y a rebeldía.
La Historia, repito, ha sido así, entre otras cosas porque tenemos muy mala memoria y, por tanto, olvidamos lo más elemental y repetimos esa Historia ad náuseam. Recordad, hijos de olvido, recordad y levantáos. Seamos conscientes de quién está detrás de la sangre, del sudor y de las lágrimas. No nos indignemos; ya no. Creo que va siendo hora de dar un puñetazo en la mesa y levantarnos, de una puta vez, de ese banquete pírrico, de ese espejismo en el que estamos instalados.

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