miércoles, 2 de marzo de 2016

EL COMUNISMO O EL DEMONIO (TODAVÍA Y POR MUCHO TIEMPO)

Día de charletas en el Congreso de los Diputados. Toca hablar para intentar formar un gobierno que se sabe no saldrá adelante, pero es lo que toca. 
Situaciones kafkianas aparte, veo el ¿debate? en televisión (en la Tres, concretamente, por poner alguna). Entre actuación y actuación (pues así es la cosa), la periodista de turno entrevista al señor Javier Maroto, actual Vicesecretario Sectorial del PP, ex Alcalde de Vitoria (actualmente es concejal del mismo) y miembro del Parlamento Vasco por la provincia de Álava. Bien. El mencionado señor, con una tranquilidad que te deja pasmado, manifiesta su perplejidad por el discurso de Pablo Iglesias y afirma, entre otras lindeces, que lo de la guerra civil española y el franquismo le suena a "pleistoceno", que él es hijo de la modernidad y que todo aquello fue un sueño (eso lo digo yo); continúa afirmado que lo que sí le ha hecho daño a él y a toda Europa (por supuesto a España, cómo no) ha sido el comunismo: eso sí que ha hecho daño; lo demás no, lo demás... peccata minuta, pleistoceno o, directamente, Big Bang.
El señor Javier Maroto, don, demuestra tener una cultura muy cortita, sobre todo en historia (claro que ¡es tan  joven!... y ya se sabe cómo está la educación en este país). Pero es curioso cómo su cultura (o su información) es altamente  selectiva (por no decir sectaria).
Es cierto que el comunismo, entendido como se entendió, supuso un fracaso histórico como maquinaria estatal... no voy a entrar en lo que supuso como lucha para la igualdad de clases y otras muchas cuestiones sociales. El señor Maroto, ítem más, ignora al fascismo, lo exime de responsabilidades, pasa por él como en volandas y demoniza al comunismo como señor de todos los males (incluidos los que le atañen personalmente). 
Es curioso cómo la palabra "comunismo" sigue siendo el coco, el demonio en persona. Habría que preguntarse por qué las parafilias fascistas, capitalistas y neoliberales galopantes no lo son; es más: parece ser que son las únicas salvadoras de no se sabe qué.
Si el señor Javier Maroto hubiese vivido en el franquismo, quizá no haría tales afirmaciones, porque, entre otras cosas, se le hubiera aplicado la Ley de vagos y maleantes (y él sabe por qué). Entonces, quizá, hubiera hablado de distinta forma y, desde luego, no se hubiera quedado tan pancho.

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