sábado, 12 de diciembre de 2015

MEMORIA DEL FUEGO O PROMETE, PROMETE, ANTES QUE LO HAGA EL OTRO

Uno se mira de vez en cuando al espejo y ve lo que no quisiera ver: el tiempo; mejor dicho, los efectos del tiempo; es decir, los efectos ya que no la causa. Uno ya va entrando en una zona que hasta ahora creía ajena, que hasta ahora creía patrimonio de los otros, exclusivamente de los otros. Pero eso es otra historia. 
Volvamos al espejo. Espejo como metáfora de la política, ahora que ésta está tan presente, tan ubicuamente presente. Y así veo los despojos que el tiempo va dejando en ella (la política) y en ellos (los políticos). ¿Nueva política? ¿Regeneración? ¿Casta vieja-nuevos medios? No sé. Yo veo grietas, viejas grietas que asoman por doquier, viejos restos que ensucian a lo pretendidamente nuevo, viejos recursos que repiten estrategias, insultos previsibles, formas obsoletas que asoman por las imágenes relucientes de la propaganda electoral. Lo viejo, lo caduco asomando como recuerdo de un tiempo que pasó, de un tiempo implacable que destruye y conforma la materia con imparcialidad aplastante.
Tiempo es ahora de promesas: tanto prometes, tanto vales. Te prometo el cielo; te prometo el paraíso, el Shangri-La perfecto ¿hay quien dé más? Y si es necesario, beso a los niños, abrazo a los jubilados, comparto partida de dominó en residencias de ancianos, lamo las heridas de las  mujeres  maltratadas, quito impuestos, maquillo cuentas, tiendo caminos de perfección y entendimiento mutuo (que soy humano y más que eso: soy tu  futuro presidente, aquel que te hará la vida más fácil, cuando no te sacuda por el cuello y te lleve a una guerra que no te puedes ni imaginar aún).
Me asomo al espejo y veo cosas. Espejito, espejito, diría la bruja mala, ¿quién es el más hermoso, el más perfecto líder que imaginarse pueda?
Pero ahí está el tiempo con sus mensajes, para quien quiera verlos, eso sí, maquillados entre naftalina y palabras, montones de palabras que resuenan como gramófono viejo.
En un principio fue el verbo, ahora el verbo es el árbol que nos impide ver el bosque. Si es que hay bosque que ver y no es todo ya calcinación, restos de cenizas, desolación, memoria del fuego.

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