viernes, 18 de septiembre de 2015

¿LA TRADICIÓN? O LO MÍO ES LO MEJOR DEL MUNDO

A toro pasado (perdonen el chiste fácil) vuelvo otra vez al toro de la Vega. Ya lo comenté hace un año, pero me permito insistir y reflexionar de nuevo sobre la barbarie; para los curiosos, les remito a aquel artículo: allí expresé lo que pensaba del asunto. Entonces... ¿para qué volver al tema? 
Tenemos (también lo dije en su momento) mala memoria y sólo las noticias puntuales nos sacuden de la abulia, llevados la mayoría de las veces por imágenes explícitas. Ya se sabe que, como Tomás, no creemos si no metemos el dedo en la llaga o, lo que igual, si no vemos palpablemente el suceso. No voy a repetir argumentos en defensa de la vida animal; no voy a repetir mi pasmo en comprender cómo alguien puede disfrutar con el sufrimiento y tortura de un ser vivo. 
Viendo a las buenas gentes de Tordesillas gritar y atacar a los animalistas cuesta trabajo creer que éstas sean gentes de paz, gente incapaces de hacer daño gratuitamente. Seguramente lo son, aunque su comportamiento parezca indicar lo contrario. Veo, también con preocupación, que algunos llevan a modo de estandarte salvador, la bandera de España, como si ésta fuera patrimonio suyo y representara lo que ellos representan: la sangre, el sufrimiento, la barbaridad. 
Estamos en lo de siempre: que no toquen a mi pueblo, a mis tradiciones, a mi terruño ¡cago en todo! Lo mejor del  mundo: mi patrón, mi barrio, mi calimocho, mi jamón serrano, mi Paquito Chocolatero.
¿Qué pintan aquí gentes extrañas que tratan de implantar comportamientos civilizados, propios del siglo XXI? ¡Como si necesitáramos educación a estas alturas! Santiago y cierra España! Pero que se cierre a cal y canto, con diez llaves a la vez!
Repasando las imágenes grabadas furtivamente (no se puede hacer de otra manera) de la muerte del toro, acorralado, asustado, torturado hasta la muerte, uno se siente incapaz de razonar ante quien no admite razonamientos, llevados por un desenfreno de fiesta que sólo encuentra su sentido en la muerte y en la mismidad endogámica de un pueblo que sigue en la edad media.
¿Tradición? También lo eran los ajusticiamientos públicos y la quema de herejes. ¿Identidad? Mala es la que se reconoce en la sangre por muy reglamentada que esté. ¿Fiesta? Qué fiesta es ésta que necesita una borrachera de lanzadas para justificar la risa y la diversión?
Pero no me hagan caso, supongo que no soy patriota por no reconocerme en el sufrimiento ni por gritar aquello de ¡viva la muerte! ¿Verdad mi general?

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