sábado, 11 de enero de 2014

PAVANA PARA UNA INFANTA DIFUNTA (RELATO CON PERMISO DE RAVEL)

La infanta baila la pavana grave de la corte.
La infanta está triste.
¿Qué le pasa a la infanta?
La infanta no sabe que sabía, ignora todo lo que concierne a su esposo, se ignora a sí misma.
Está triste la infanta y mira al rey, que la mira, callado también, de reojo.
Suena la pavana grave, los ministriles sacan de sus sacabuches música celestial.
La música reverbera, rebota en palaciegos arbotantes, planea por regias cabezas, desciende luego, magnífica.
Pero la infanta está triste, irremediablemente triste.
¿Qué piensa la infanta?
Pero... ¿las infantas piensan?
Sí, piensan las infantas y se entristecen. Son, al final, ¡tan humanas!
La sangre azul de las infantas ¡ah, la sangre azul!
Y el pueblo... ¿qué hace el pueblo?
El pueblo se entristece con la infanta; el pueblo se entristece con el rey; el pueblo se avergüenza con ajenas vergüenzas.
¿Y en esposo de la infanta?
El esposo calla, encerrado en su gabinete, mientras destruye papeles infames.
¿Y la infanta?
La infanta, como siempre, sin enterarse de nada. Y triste.
¿Y el pueblo? Repito: ¿y el pueblo?
El pueblo...¿qué pueblo?
La música sigue, ajena, magnífica, como si nada.

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