lunes, 29 de octubre de 2012

DE DIOSES Y HOMBRES O COMO SOLUCIONAR UN EMBROLLO

Cuando en una tragedia griega se  liaba mucho el argumento y el autor no sabía muy bien cómo terminar el embrollo en el que se había metido, recurría a un truquillo: el llamado "deus ex machina", es decir "Dios aparece colgado de una máquina" (más o menos). Así, el dios de turno (Zeus por ejemplo) arreglaba la situación de un plumazo, por los poderes que tenía, que para eso era dios. Y basta. Todo el mundo tan contento, los dioses lo quisieron así (y el autor también). No había lógica en ese desenlace; la lógica derivaba de la propia divinidad, de la propia debilidad de los humanos y hasta diría que de su propia estupidez, frente a un poder omnímodo que facilitaba un final feliz según unas reglas más o menos correctas. Lo que pensasen los personajes era secundario, pues ellos eran sólo arcilla en las manos del destino impuesto desde el Olimpo (Woody Allen hace una parodia inteligente y actualizada de este tema en Poderosa Afrodita).
A lo que iba. En este escenario en el que estamos actualmente, nosotros, los simples mortales, ¿acaso no estamos esperando la aparición de un dios ex machina que venga a solucionar unos desastres (cuando no injusticias) que no enumeraré por no ser repetitivo?
Los dioses de Olimpo han cambiado de nombre. Ahí están los Draghi, las Merkel, las Lagarde, los Rajoy, etc. etc... Los dioses (como antes) son tropel y su furia nos ataca a todos, aunque unos más que otros sean los que la padecen. Mientras, esperamos que algún dios descienda  al escenario entre humo y efectos especiales, con grande pompa y boato, para solucionar el entuerto que ÉL (en singular o plural) mismo ha provocado, que ÉL mismo ha destapado, abriendo la caja de Pandora (otra vez los griegos). Pero me temo que los dioses de ahora no saben (¿o no quieren?) encontrar un final feliz a esta tragicomedia. ¿Para qué? Si ellos están en su Olimpo, tan ricamente.
Ya me ha parecido oír una voz cavernosa surgida de las nubes de los escaños; una voz terrible, como de ente superior; una voz que decía: ¡que se jodan! y quedaba retumbando entre las butacas acolchadas como eco justiciero. Acojonaba. Y es que a estos dioses modernos se les entiende todo.

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